Dos campañas que se lanzaron con más de veinte años de diferencia dinamitaron boicots, debate social, censura e indignación del mismo Vaticano. Imágenes que rompían con la iglesia, una de ellas con el Papa Benedicto XVI rozando los labios del Imán de la Mezquita y el otro protagonizado por un enfermo de SIDA como el Cristo yacente, impactaron a la audiencia hasta el hartazgo. Ambas evocando mensajes claramente transgresores y con un controvertido modelo publicitario que solo podía llevar la firma de Benetton, entonces pionero de lo que hoy conocemos como Free Publicity.