Bajo este concepto, un científico holandés, teórico de la comunicación, el profesor de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Amsterdam, Geert Lovink, en su ensayo “Extintion Internet” dice que llegará un momento en que todo el mundo se cansará de estar conectado a Internet, a causa de las desventajas de compartir opiniones en línea, que serían tan grandes, que opacarían a las ventajas recibidas, haciendo que la gente se aleje de Internet, abandonándola.
Esta realidad posible suena muy lejana y no parece preocupar en modo alguno, sin embargo, la acción de los gigantes tecnológicos por acaparar Internet y su cada vez mayor evidente éxito en lograrlo, suponen un costo para las personas, no solamente monetario (cada vez es menor la gratuidad de los servicios), sino psicológico, pues el control mayor, implica la independencia de la información que se emita y el sesgo que ella tenga. Hay pues un peligro de que las opiniones sean dirigidas de modo interesado, hacia uno u otro lado y que por la habituación de los usuarios, orientaría su dirección y por ende, las opiniones.
Esto podemos atisbarlo ya en las redes sociales (que forman la parte “actuante” de un inmenso número de los usuarios de Internet) y que forman corrientes de opinión a través de la transmisión de información basada en las llamadas “fake news” o noticias falsas y que se replica de manera exponencial, por su difusión veloz y en la que cada usuario tal vez por sentirse una especie de “anunciador de novedades”, aumenta “datos” de su propia cosecha.
Este fenómeno, puede –subrayo el “puede” como posibilidad- llevar (como lo hace en cierto modo ya) a desconfiar de lo que se recibe a través de las redes y por asociación, lo que se halle en ellas; esto, que tiene que ver con la desconfianza en la comunicación, se extiende de seguro a la publicidad, pues esta es comunicación. No creer en absoluto en lo que la publicidad dice y recomienda, podría ser tan peligroso como no creer en las “noticias”, porque esto, finalmente puede traducirse como desconfianza en las redes sociales y por extensión, a Internet. Y creo que el hartazgo producido por esta desconfianza podría llevar al abandono paulatino y posterior desaparición de la “red de redes”.
¿Sucederá pronto? No lo creo, pero los primeros signos se están dando y eso debería preocuparnos. Digo, nomás.