Escribir para publicidad requiere, además de saber escribir, una gran apertura de mente, porque la gama de temas que uno tiene que abordar, es inmensa. Ahí, lo creo firmemente, radica lo divertido del trabajo que uno hace; ahí y en todo lo que ha de aprender para hacer algo que se responde muy fácilmente cuando nos preguntan en qué trabajamos: “Soy redactor publicitario”
Escribir, salvo si se escriben libros con novelas o cuentos, no es visto como algo “serio”, como una verdadera profesión. Para ser redactor publicitario y de los buenos, pareciera que basta con ser ingenioso, “ocurrente”.
Tal vez sea porque el público en general percibe a la publicidad que ve o escucha, como algo que es gratis: no le cuesta nada. Y hay la creencia, muy arraigada, que lo que no cuesta (en dinero en este caso) no tiene valor. De allí que la publicidad sea tan poco valorada por el público receptor.
La publicidad debe decir la verdad que es algo serio y tendría que tomarse así; lo que transmite es información, vestida de un ropaje que atraiga y que trate de convencer al público de actuar positivamente con respecto a lo publicitado.
Y para decir la verdad sobre cualquier cosa hay que informarse, saberlo todo acerca de ello, pues es muy cierto que hablar o argumentar sobre lo que se desconoce es puro “blablablá”. En publicidad quien trabaja como redactor debe estar informado correctamente sobre todo aquello que es objeto de lo que profesionalmente produce.
Por esa razón y porque la variedad de productos o servicios que son sus “clientes” suele ser grande y abarcar áreas muy diferentes, es que sus conocimientos pueden ser casi enciclopédicos, pues un día puede estar escribiendo sobre gaseosas, sobre una determinada marca de automóviles o acerca de turismo. La lista es larguísima y sobre cada cosa que aborde ha de conocerlo todo, para decir la verdad cuando lo transmita, además de hacerlo de modo atractivo y convincente.
Escribir parece no requerir de nada más que saber hacerlo, pero escribir para publicidad requiere además de saberlo hacer, estar supremamente bien informado.