Todos hemos experimentado el miedo más de una vez y seguiremos teniéndolo en el futuro. Precisamente ese futuro, que solemos desconocer, que no sabemos cómo será y que nos produce curiosidad y… admitámoslo: miedo, temor.
Cuando como creativos publicitarios nos llega una “orden de trabajo”, la primera sensación será la de la curiosidad, característica esencial de todo aquel dedicado a una actividad que empieza siempre con una pregunta: “¿Por qué?”; y es que de allí se desarrolla todo lo demás, ya que iremos satisfaciendo curiosidades varias, al ponernos en los zapatos de los consumidores y tratar de dar respuesta a sus preguntas e inquietudes.
Pero volvamos al principio de este pequeño artículo, porque estoy seguro de que, junto con la curiosidad inicial, casi todos hemos sentido miedo. Miedo a enfrentar la tarea de conocer, responder preguntas y de lograr convencer a otros (muchos) de algo. También estoy seguro de que conforme uno se adentra en el trabajo y va adquiriendo experiencia, no se da cuenta de ese miedo, pero allí está, subyacente, oculto.
De pronto nos encontramos con un miedo mayor y es el de la competencia. Hay otros que hacen lo mismo que nosotros; pueden ser mejores y llegar a reemplazarnos en nuestro trabajo: “Fulano es más creativo …”, suele ser la frase que presagia un cambio. Un cambio que puede terminar en que se pierda al trabajo.
Pero … ¿Qué pasa con eso que parece haberse puesto de moda, tan de pronto y que es la “inteligencia artificial” o “IA”; un tema hasta hace algún tiempo (por lo menos para mí) de la literatura y películas de ciencia ficción, que de pronto se “descuelga” de una cornisa y entra por la ventana abierta?
¿Y si todo eso del “chat CPT, CPT 3, CPT 4” y sus varias versiones, fueran una amenaza real para los creativos publicitarios que redactan o dibujan?
Si por lo visto, los diversos modelos de IA pueden escribir un cuento a pedido, ajustándose a ciertas especificaciones dadas, ¿no podrían escribir el texto para un aviso, o el guion para un spot, si se les proporciona la información adecuada sobre el producto o servicio, las características del público, sus hábitos y costumbres …? Digamos que se entrega un “brief” completo, pero no a “Fulanito de tal”, redactor, sino al famoso “chat”, que en un periquete tiene lo pedido.
Sí, tal vez se necesite de un redactor que corrija un poco, pero sería una “tarea menor”, como la de un corrector de pruebas o de estilo.
No lo sé, francamente. La IA no dibuja bien todavía y suele tener problemas con las manos, por ejemplo, cosa que un diseñador, con su computadora, puede arreglar fácilmente. Diseñar, dibujar, escribir… Pero ¿“crear” …? Lo que hace él “creativo” de publicidad es lo mismo que ya está haciendo la inteligencia artificial, que cada vez mejora más, se perfecciona y sofistica. Ambos “recrean” con base en la información que poseen. “Acomodan”, usan el lenguaje o las imágenes. Combinan. Dan uno o varios resultados, más o menos felices y adecuados, solamente que la IA necesita una ínfima fracción del tiempo que le toma a un creativo hacerlo. La “asociación” (vamos a llamarle así al acomodo de las ideas), es veloz en la IA y “meditativa” en el ser humano.
Sí, ya sé que anteriormente, en esta misma columna, he dicho que detrás de una IA, se necesita una inteligencia humana: sí, la de un programador. ¿Y los que no lo son?
Descartes dijo “Pienso, luego existo” y la IA, “piensa” y existe.
“Lo sospeché desde un principio”, diría el Chavo del Ocho, solamente que la realidad, aun la sospechada, como siempre suele suceder, supera a la imaginación.
Qué miedo, ¿no?