El título, como muchas veces, me lo sugiere una canción, que en castellano lleva el mismo nombre y que es a la vez el título de una película.
En este caso, el mundo que conocimos quienes empezamos a trabajar en publicidad en una época predigital, es seguramente una rareza casi arqueológica en este universo de internet, Whatsapps, redes sociales, teléfonos celulares y computadoras. Era un mundo -por decirlo de alguna manera- analógico, o sea de comparaciones.
Era un mundo de máquinas de escribir mecánicas, cintas magnetofónicas, discos de vinilo, televisión en blanco y negro, teléfonos de disco, un mundo que ahora es recuerdo borroso o que simplemente se ignora, haciendo el ademán de levantar los hombros, restándole importancia.
Bueno, muchos fuimos parte de ese mundo que poco a poco se transformó en uno que es hoy veloz, tecnológico y que cambia a cada instante, convirtiendo en segundos lo nuevo en obsoleto.
Como sucede cuando uno se pone en “modo evocativo”, quien lea esto y tenga unos treinta años, pensará que vivo en el pasado (¡En el siglo pasado!) y que lo único que hago es recordar, pero si es cierta la fase “Recordar es vivir”, como diría Pablo Neruda, “Confieso que he vivido”.
Mi curiosidad me anima a seguir viviendo, porque el mundo nuevo en el que estamos y que se vuelve más nuevo (o novísimo) cada vez, es tan apasionante para todo y especialmente en mi caso para la publicidad, con el sinnúmero de oportunidades que la tecnología ofrece, que no me puedo resistir. Inteligencia artificial, globalización y los incesantes avances, son como darle un dulce a un chico y dejarle la bolsita para que siga comiendo.
Sí, el mundo que conocimos, el que conoceremos y que -ojalá- conoceremos, hacen que la vida y la publicidad caminen siempre juntas.