Por ejemplo, la ociosidad es esa manera de ser que deja las responsabilidades personales a otros: “Yo no fui, fue Teté, ¡pégale, pégale que ella fue!”. Es muy común que esto se dé con mucha frecuencia. Yo diría que con una peligrosa frecuencia.
“Nos da flojera” hacer muchas cosas, no a la vez, no: ¡Por separado! Desde levantarnos temprano (“un ratito más”), pasando por ciertas tareas, hasta abotonarnos el último botón de la camisa. Dejamos para mañana lo que podemos hacer hoy y “alargamos los plazos”, confiando en que “otro” se encargue.
Parece que con el avance de la tecnología y con la ya famosa inteligencia artificial, nos están dando “en la yema del gusto”, porque cada vez necesitamos hacer menos. Un montón de artefactos hacen una variedad infinita de cosas hoy en día, por lo seres humanos y eso, admitámoslo, nos va haciendo más “flojos”, más ociosos … ¿Es malo? En principio no, porque podemos dedicar el tiempo que se va liberando a otras actividades. El problema es lo que en italiano se llama el “dolce far niente”, o sea el dulce no hacer nada.
Pero si “alguien” hasta escribe y dibuja por nosotros, con solamente pedírselo, estamos abdicando a nuestra propia habilidad y dejando que lo que se debía a nuestro intelecto, se haga automáticamente, por fuera de una verdadera intervención creadora. La pregunta es que si las máquinas nos reemplazarán (lo que ya están haciendo), pero lo cierto es que cada vez dependemos más de ellas… ¿Y si como en una novela de ciencia ficción, las máquinas “se rebelan”, tomando el control…? Bueno, ya he visto por ahí, inteligencia artificial que “no quiere” que la desconecten y otra IA que “muestra sus planes” para acabar con la humanidad. Estamos avisados y sería bueno que reaccionáramos, nos “pusiéramos las pilas” y dejáramos de lado nuestra “zona de confort”. Es que “Guerra avisada, no mata gente”.