Escribo esto con profundo dolor, porque Luchín Cárdenas, mi buen amigo, el creativo difícil de superar, el novelista notable, el eximio dibujante y gran pintor, se ha ido llevándose su sonrisa, su arte y sus maravillosas ideas.
Partió después de una vida longeva y muy fructífera, donde con habilidad triunfaba en lo que acometiera. Tuve el privilegio y la suerte de ser su amigo, de trabajar con él en JWT, poco después que volviera de Chile, agencia donde dejó de lado por un tiempo sus dotes artísticas, para ser ejecutivo de cuentas.
Todavía lo recuerdo, en su departamento, que quedaba en un piso alto de un edificio, en el malecón de Miraflores, con una vista envidiable del mar, estar sentados, con Teddy Lettersten, planeando entre los tres lo que nunca se concretaría, que era una asociación de creativos publicitarios de Lima.
Recuerdo también, en el mismo departamento, en una noche de tragos y bocaditos, donde él era generoso anfitrión, a un director de arte de JWT, bastante pasado de alcohol, despedirse y entrar al ascensor trastabillando, para bajar y al rato, sonar el timbre de la puerta, que al abrir, mostraba al mismo director de arte que contaba con una lengua estropajosa, que el ascensor lo llevaba al sótano y estaba todo oscuro…; acompañándolo Luchín nuevamente, lo despachó hacia abajo y un rato después, el timbre nuevamente…: era el amigo, diciendo dificultosamente que, otra vez, que el ascensor lo llevaba al sótano, que él no tenía carro y estaba muy oscuro … Finalmente, Luchín lo metió en el ascensor, yendo con él, porque claro, nuestro borracho coleguita oprimía el botón “S”, creyendo que el último botón, el “S”, lo llevaría al primer piso.
Me vienen a la memoria muchas anécdotas con Luchín de co-protagonista, como la vez en que, siendo él director creativo de McCann y yo de JWT, me llamó por teléfono para decirme que me enviaba un sobre con un currículum y unos avisos que venían junto con él, enviados por un aspirante a redactor, que lo había buscado para solicitar trabajo y que como en McCann no necesitaban otro redactor, me hacía llegar los documentos, para que los evaluara y procediera, si me parecía y necesitábamos un “copy”.
Recibí el sobre y dentro había un CV y siete u ocho recortes de periódico y revistas, con avisos; los revisé y de inmediato llamé por teléfono a Luchín, para decirle que de los avisos que venían en el sobre y que según el aspirante a redactor eran muestras de su trabajo, cuatro eran hechos por mí … Claro, en esa época no había correo electrónico, buscadores de internet y menos, redes sociales, siendo muy difícil saber quién era el autor del aviso, a no ser que los avisos de marras cayeran en las manos de su propio autor.
A Luchín le deberé siempre que haya sido mi amigo, a pesar de una diferencia de edad de por lo menos casi veinte años a su favor.
Para finalizar, diré que Nani, su hija, fue mi alumna en el IPP y después, ya enseñando yo en la Universidad Católica, fue co-profesora en el curso de creatividad publicitaria, porque ella dictaba a un salón y yo a otro, del mismo ciclo. Nunca mejor citado que aquí, el refrán ese: “De raza le viene al galgo”.
Gracias Luchín, amigo y maestro; te digo Nani, que nunca lo voy a olvidar.