La inteligencia artificial ya va por su tercera generación, y su rol dentro de negocios y empresas nos impulsan a preguntarnos: ¿cómo están evolucionando los homo sapiens para adecuarse ante los escenarios futuristas de hoy? Desde la revolución industrial, la máquina ha amenazado al hombre que ofrece una mano de obra que es fácilmente reemplazada por el brazo robótico. En la industria de los servicios, la cosa no es diferente.
En Boston, unos ingenieros del MIT de menos de 27 años han creado Spyce, el primer restaurante con cocineros robóticos que se encargan de mezclar, sazonar y servir platos variados, sin necesidad de la intervención humana. Empleando woks programados por computadora, sirven los platos en siete minutos y medio. Para ellos, el reto más grande fue trabajar con distintos ingredientes y lograr buenos resultados.
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La idea es sencilla, pero muestra el enorme potencial que tiene la tecnología, que hoy en día puede hacer repartos a domicilio a través de drones, o cuidar ancianos como ocurre en Japón, en los que no deja de intervenir el capital humano más valioso y, hasta hoy, irremplazable: la creatividad. Es por eso que además de la alta demanda de programadores, ingenieros industriales y mecatrónicos, los gestores del conocimiento están entre los profesionales más cotizados del mercado.
Son estos expertos en entender las necesidades humanas, su naturaleza y su conducta, quienes pueden combinar sus ideas con los de las ciencias exactas para diseñar soluciones que no solo sean efectivas sino que también puedan despertar nuevas inquietudes, plantearnos mayores retos y formas de entretenimiento en un mundo donde la competencia tiene mejores resultados cuando se da a través de la colaboración.
En una de esas noches sin sueño encontré una obra de teatro protagonizada por robots. Esto que parece ciencia ficción lo hizo realidad el proyecto teatronika de la Universidad Pompeu Fabra de Cataluña y nos coloca ante un escenario donde la creatividad –humana– se vuelve impredecible. Es entonces donde debe surgir la empatía como uno de los motores de la innovación para crear ese blend hombre- máquina capaz de cosas extraordinarias.
Porque sin el talento del cheff Daniel Boulud, que ha sido reconocido con tres estrellas Michelin, no es posible crear la receta que introduce la innovación en la rutina diaria de millones de personas. Algunos pronósticos como el de John Pugliano, autor del libro The Robots are Coming: A Human’s Survival Guide to Profiting in the Age of Automation (“Vienen los robots: una guía de sobrevivencia humana para ganar dinero en la era de la automatización”), señala que cualquier trabajo rutinario y predecible podrá ser reemplazado por un algoritmo en menos de diez años.
La contabilidad, que cada vez está más automatizada, o los servicios de transporte podrán ser reemplazados fácilmente (Alicorp ya cuenta con robots dentro de su cadena de producción, al igual que el 30% de las industrias peruanas. Pero a nadie le parece discutible pensar que la receta siempre estará en la mente de un chef, o que la estrategia comercial venga de un “creativo” con capacidad de intuición para anticiparse a las exigencias de la sociedad digital.
De acuerdo con el Foro Económico Mundial (WEF), para el 2025 se eliminarán 75 millones de empleos debido a la automatización, pero a su vez se crearán unas 133 millones de nuevas funciones. Se trata de darle un sentido a esa ejecución robotizada, de darle inteligencia natural a esos procesos que, finalmente, son hechos para la satisfacción de otra persona como nosotros.
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