Las palabras “bonitas” en un aviso o pieza publicitaria son como las decoraciones de un árbol de navidad, en el que hay que colocarlas sin que haya abigarramiento, sin recargarlo de figuritas, papás Noeles, guirnaldas, luces multicolores y muchas más cosas, que no solo hacen que se vea feo y recargado, sino que el peso de lo colocado lo puede desestabilizar y hacer caer.
Muchas veces se peca por exceso de palabras bonitas, de encomio, superlativas, de admiración o todas esas que en realidad son un “peso muerto” que daña, que distrae y esconde lo que en verdad importa y es el mensaje; los “adornos” sobran y lo escueto y sencillo debe primar.
No es que no se usen las palabras justas y necesarias, pero el “bla-bla-bla” sin sentido, no debe tener lugar, porque el primer deber de la publicidad, si bien es atraer, el fin último de esta, es comunicar y una maraña de palabras –a veces desconocidas por el gran público- lo único que hará es confundir y escamotear el mensaje.
Dicen que “lo bueno, breve y mejor si es doblemente breve”, esta máxima debería ser tenida en cuenta siempre y evitar las farragosas parrafadas, que lo único que demuestran es la falta de argumentos contundentes.
Diciéndolo “en criollo”, LA PUBLICIDAD NO ES “FLORO”.