Tengo la costumbre, cada fin de año, de mirar para atrás y hacer una especie de balance, un “me gusta” o “no me gusta”, que para los demás puede no servir de nada, pero a mí me permite acomodarme, tomar fuerzas y prepararme, aunque sin conocerlo, para lo que vendrá.
No se trata de adivinar, sino solamente de estar listo –aunque abierto a posibilidades – afirmándome en los “me gusta” y haciéndome el propósito de evitar a toda costa los “no me gusta” que antes, ya demostraron ser nefastos.
Y este año, otra vez, la publicidad encabeza los “me gusta”, pero curiosamente parece haber disminuido su fuerza y sí, me gusta la publicidad –que ejercí, con divertido agrado, por más de medio siglo- pero no tanto como hace tiempo y es que aunque el desarrollo de las comunicaciones ha crecido, la publicidad –por lo menos a mí me parece- va perdiendo su brillo, volviéndose predecible y en muchos casos tan básica, que me da pena.
Y me pongo a pensar que la creatividad se cambia por una pacatería insoportable, o sea que tiene miedo de las situaciones nuevas; entonces lo que uno percibe es chatura, argumentos manidos y triviales, ausencia de frases e imágenes memorables que se “claven” amablemente en el cerebro. No es verdad eso de que “todo tiempo pasado fue mejor”, pero en esta última “mirada para atrás” extraño emocionarme, reír o enternecerme con la publicidad, y en lugar de eso recibo “precios bajos”, “gran oportunidad”, “últimos días”, “rebajas increíbles” y números fríos que no me dicen nada porque son solamente precios.
Hace un tiempo escribí diciendo que dónde estaban las historias, y sigo echándolas de menos, porque ya no las veo y si hay alguna, es raro. Parece como si los creativos publicitarios se hubieran cansado o abdicado a sus imaginaciones, que hacían de los mensajes publicitarios, verdaderas piezas a tener en cuenta y recordar.
Si todo esto suena a los lamentos de un viejo que fue profesional creativo hace muchos años y ahora no tiene trabajo porque está “passé”, tal vez sea cierto, pero creo que la imaginación no tiene fecha de caducidad cuando se la alimenta convenientemente.