Por Daniel San Román, especialista en marketing.
Desde hace varios años hemos venido hablando que la gran herramienta comercial que se venía, que llegó y que hoy domina es el marketing de contenidos. En este escenario, y con la simpleza que a veces obliga el peligro cocktail de premura más la necesidad, muchos comenzaron a hacer contenidos a diestra y siniestra sin preocuparse si lo que le decían a los usuarios les interesaba. Así como egos maniáticos, muchos se lanzaron a hablar de sí mismo creyendo que porque lo hacían con pasión las audiencias iban a escuchar.
A inicios del 2000 Joe Pulizzi, describía el marketing de contenidos como: “una técnica de marketing de creación y distribución de contenido relevante y valioso para atraer, adquirir y llamar la atención de un público objetivo bien definido, con el objetivo de impulsarles a ser futuros clientes”. La gran confusión es que muchos han creído que se trata de hacer contenidos a la loca, para llenarlo todo e ignorando. Al final lo cierto es que el propósito del marketing de contenidos es atraer y retener a esos posibles clientes a través de un contenido relevante y valioso.
Al otro lado están los influencers que comenzaron a consolidarse de a pocos. Así empezaron generando contenido sin ningún interés comercial y mostrándole a los usuarios una persona “como ellos” que les hablaban como amigos. El éxito de los influencers se basa en la complicidad innata que nace de la identificación sin embargo a medida que estos protagonistas han ido ganando seguidores y status en muchos casos han ido perdiendo –desde el punto de los consumidores- cercanía. Así cuando un influencer habla de un producto sus seguidores consumen la información pero entienden el juego publicitario al punto de sentir por un unboxing la misma emoción que la que produce leer un publirreportaje.
Lo cierto es que el éxito del marketing de contenidos se basa en la actualidad de la propia producción de los usuarios, de la absolución de inquietudes que tiene los potenciales clientes. Mil veces más vende, y vale, la reseña de un cliente en TripAdvisor que un video de un influencer contando su experiencia. Nada mejor que escuchar la experiencia de una persona como uno, que algo filmado, editado y postproducido. El valor está en la simpleza, en que lo vivido podría pasarle a cualquier extraño. No hay nada más valioso que la opinión que nace del corazón de un cliente enamorado o decepcionado. Boca-a-boca le decían nuestros profesores pero como siempre a los marketeros nos gusta complicarlo todo. Double check for that!
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