“Son cosas del Orinoco, que tú no sabes y yo tampoco”
La antigua y popular frase demuestra la ignorancia de uno mismo sobre algún tema y la suposición de la, también ignorancia sobre ello, de nuestro interlocutor.
La ignorancia se remedia con el conocimiento y en primer lugar, con la curiosidad. Ya he escrito, en este mismo espacio, sobre esa cualidad que ha de tener todo creativo publicitario, y que se llama curiosidad. Interés por saber. Interés que promueve la búsqueda de la información.
También he escrito cómo la información está hoy –más que nunca antes- al alcance, no de la mano, sino de un dedo de esta: el que usemos para hacer “¡click!” en la tecla correcta. Lo que antes era, francamente, un trámite bastante engorroso, que podía llegar a desalentar, es hoy una sencilla diversión. Como los personajes mágicos de los cuentos, un simple movimiento hace que aparezca lo que buscamos y no una, sino muchas versiones.
Entonces, quien no satisface su curiosidad, es porque no quiere hacerlo y quien no lo hace, queda no solamente como un ignorante, sino como un ocioso, y eso no es un creativo publicitario. No puede serlo.
La VERDAD y la información correcta, verificada, son los dos respaldos básicos del trabajo que hace el creativo. La imaginación, “viste” y adorna, pero no es lo principal en los mensajes, porque si estos carecen de datos y no son verdaderos, estaremos frente a una MENTIRA publicada y esta es la responsabilidad de quien hace creatividad publicitaria.
El tema de la verdad en publicidad, es crucial, y no me cansaré de repetirlo; es porque lo aprendí cuando empecé a trabajar en ella hace más de medio siglo, en McCann Erickson, cuyo lema (y esto no es “publicidad”), era y es “La Verdad Bien Dicha”.