Vamos a ver…, eso que has escrito para el texto del aviso o para el guion del comercial … ¿lo crees de verdad? ¿Estás convencido TÚ de lo que dices? Fíjate que lo que describes y afirmas, llegará a cientos de miles de personas y está bien, en el peor de los casos, reduzcamos: quedemos en miles.
A veces uno no realiza que un publicista se dirige a multitudes y es lo que hoy anda tan de moda, un “influencer”. Es verdad que no “da la cara” como esos personajes que especialmente en Youtube, recomiendan cosas, pero lo más normal es que tenga mayor llegada que ellos y que su público, aunque no lo vea ni lo conozca, tome decisiones, de acuerdo a los consejos que vio, leyó o escuchó en alguno de los medios a los que estuvo expuesto.
A riesgo de parecer necio, insisto en la responsabilidad que le cabe al publicista, si además tenemos en cuenta que no es un personaje que pueda ser identificado y al que se le responsabilice por el mensaje; el publicista es anónimo y es “la voz” de un producto o servicio. En definitiva, del cliente.
Esto acarrea una responsabilidad que debe hacernos pensar en que lo que es asumido y dicho por otros -por uno o más clientes- que confían en la experiencia y profesionalismo de quien crea y materializa las piezas publicitarias, invierte en ellas y espera una retribución positiva, en lo que finalmente es la preferencia del público consumidor.
Por eso es tan importante que quien crea el material publicitario, esté totalmente convencido de la veracidad de los postulados que presenta y de los argumentos que esgrime como respaldo. Aquí, las mentiras, las medias verdades y las grandilocuencias huecas, están prohibidas.
Hay que decir lo que es, bien dicho, con respaldo y de un modo atractivo y recordable. ¿Es fácil…?: ¡No!
“Cualquiera” no es publicista.