Greta Thunberg. Los gestos y palabras del nuevo icono juvenil y revolucionario, han dado la vuelta al mundo. ¿Quién puede resistirse?
Con solo 16 años de edad, la adolescente sueca Greta Thunberg es un rostro joven de la revolución y el cambio. Su marca personal traducida en gestos y palabras, han dado la vuelta al mundo y la han convertido en una de las principales líderes en la lucha por concientizar sobre el cambio climático.
Greta tiene el poder de mover masas en pro de la causa ambientalista, por ello, es válido el análisis sobre dónde reside esta notoriedad que ostenta. De hecho, muchas son las variables que suman al éxito: pertenecer a la Generación Z, el impulso de sus padres, el marketing y publicidad, intereses políticos y económicos, tal vez.
Pero lejos de entrar en debates, nos interesa analizar su estilo de comunicación, su discurso, eso que en realidad es el componente primordial al momento de pararse frente a líderes mundiales en cuanta cumbre asista.
“Estamos al inicio de una extinción masiva y de lo único que pueden hablar es de dinero y de cuentos de hadas”
“Quiero que entren en pánico, la casa está en llamas”
“yo no debería estar aquí, debería estar en la escuela, me han robado mi infancia”
Estas son unas cuantas de las tantas frases del discurso de Greta, que no hacen más que reflejar la inmensa carga emocional que termina generando amenaza, catástrofe o miedo. “No es políticamente correcta, es irreverente, incluso desagradable, pero sin duda provocadora”, señala la psicóloga y experta en comunicación no verbal, Alicia Martos.
“Con la última frase culpa a los demás de su presencia en este tipo de movilizaciones, de esta manera niega su protagonismo, niega incluso su participación de forma voluntaria, y lo que transmite es que no le queda más remedio, que no tiene intereses personales, que ni siquiera le gusta estar ahí en lugar de en su escuela, pero que por la irresponsabilidad de los adultos, que deberían luchar contra el cambio climático, ella ha tenido que defender esta causa medioambiental”, agrega la especialista.
Y es que la estrategia (involuntaria o no) de Greta Thunberg , recordemos que tiene Asperger, la dota de credibilidad, de realismo ante las masas. No se trata de un señor experimentado o un científico que ruega tomar medidas para detener el cambio, que de por sí también impacta, pero el hecho de que una niña nos hable “desde abajo”, es algo distinto y nunca antes visto.
“Greta Thunberg es espontánea, gesticula sin parar, no filtra sus emociones, cree en lo que dice y lo expresa con todo su cuerpo, con su voz, realiza las pausas y los silencios que necesita, no le importa si eso está bien o está mal, no le interesa aprender a ‘cómo tiene que hablar en público’, se deja llevar, no tiene aún las barreras sociales que frenan a los adultos, llora si le apetece, es agresiva si le parece”, explica Martos.
Esta actividad emocional es lo que conecta con la gente del otro lado de la pantalla, casi que no hay barrera para la combinación entre ira y afectación sentida que se refleja en el rostro de esta adolescente.
Para Martos, Greta Thunberg es vista como “una voz del futuro encarnada en una adolescente dolida y enfadada. Empatiza sin remedio”.
“En muchas ocasiones, hemos visto llorar desconsoladamente a Greta cuando le muestran imágenes sobre el deshielo y los plásticos en el mar, pero no solo ella, su alegato emociona a los demás, provoca lágrimas en el publico mientras desgrana las principales catástrofes medioambientales. ¿Quién puede resistirse a la voluntad de una niña que llora? Independientemente del motivo, de lo que tenga detrás, de que estemos de acuerdo o no con su mensaje, esa proyección nos cala en lo más hondo de nuestra humanidad”, concluye en su columna en 20min.