Por Andrés Pierrend.
¿Cuántas veces hemos entrado a un establecimiento, dado vueltas buscando algo que nos guste, luego emocionados nos hemos acercado a la caja para pagar recibiendo una pared de seriedad y amargura en la cara de la persona atendiendo?
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Recuerdo una experiencia en una sangucheria muy conocida de la ciudad que siempre frecuento por estar cerca a mi casa, es una pequeña sucursal de una marca de trayectoria y buen nombre.
Cada domingo por la mañana las chicas siempre me atendían súper bien hasta casi a la hora de cerrar (claro domingo cierran a las 2pm y uno se levanta tarde a veces). Hasta que un día al pedir mi sanguche las caras de la tienda eran otras, ofuscadas, serias, moletas y hasta llorosas ocasionando que mi percepción sea hasta de malcriadas.
Claro que me comí deliciosamente mi sanguche pero no he vuelto más, por miedo a confirmar lo sucedido decepcionándome de una marca que estimo o porque es verano y no quiero engordar, la verdad no sé, pero lo que sí sé, es que una sonrisa profesionalmente verdadera siempre debe estar presente en cada transacción, siempre, como un estándar tatuado en todos.
Por otro lado me pasó hace años, caminado diariamente a un trabajo que quedaba en Surquillo, donde a pocas cuadras estaba la señora Doris, siempre sonriente y atenta. Ya sabía que me llevaba y siempre con sus dientes todos relucientes me recibía sirviendo mi quinua y mis dos panes con palta. Algunos días me decía con esa misma sonrisa y atención: “Joven se me ha terminado la palta, ¿le doy con queso?”, a lo que yo asentía con otra sonrisa. Nunca la olvidaré.
Una sonrisa genera otra sonrisa y crea un ambiente positivo en cualquier situación, activa en el cerebro recuerdos de felicidad y nos hace sentir bien automáticamente, así de simple. Momento preciso para vender nuestro producto y entablar una conexión con nuestro usuario, si es posible una conexión que dure por mucho tiempo.
Una acción que no requiere inversión ni sacar nada de la caja chica, una herramienta que todos tenemos a nuestro alcance y que muchas veces la guardamos bajo cuatro llaves sin acordarnos lo bien que funciona para solucionar cualquier circunstancia.
Ojo no estoy diciendo que desde ahora sancionen a sus colaboradores por no sonreír obligándolos a hacerlo, nadie quiere una actitud fingida y robotizada (como algunas cadenas de restaurantes tienen), sino más bien de generar un ambiente laboral que naturalmente satisfaga las necesidades del trabajador para que le nazca una actitud positiva y contagiante basada en el concepto de nuestra marca.
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