Mientras a la publicidad se le exige verdad absoluta, los periodistas hacen “activaciones publicitarias” en medio de programas periodísticos.
Cuando ves un comercial en el que un periodista serio te dice que está científicamente comprobado que los puntitos azules de tal detergente quita las manchas o que una crema para cicatrices quita las arrugas, ¿le crees? Cuando ves a una persona famosa o no, asegurando que si tomas cierta gaseosa, verás el mundo de otra manera, ¿le crees? Cuando te aseguran que si te echas determinada marca de desodorante vas a ser el o la más sexy del mundo, ¿te la crees?
La respuesta de la mayoría tendría que ser no, digo yo… no creo que haya alguien que tenga un poquito de criterio, que se crea al pie de la letra lo que se dice en un comercial, porque sabemos que la publicidad es ficción, es decir, lo que dice Mónica Delta en un comercial, no puedes tomarlo con la misma rigurosidad con la que tomas lo que dice en un programa periodístico (o al menos, eso quiero pensar).
Pero de un tiempo a esta parte se ha comenzado a exigir a los comerciales la veracidad, casi, casi de un reportaje periodístico. Primero fue el lío de la leche Pura Vida, en el que se armó todo un escándalo porque aparecía una vaca en su etiqueta y ahora hay una extraña guerrita aparentemente entre agencias de publicidad, en la que Juliana Oxenford es la abanderada de una denuncia (así de rimbombante la ha presentado), en la que trata de probar que hay cosas que no encajan muy bien en una campaña peruana con la que la agencia Circus Grey ganó un león de oro en el prestigioso festival de publicidad Cannes Lions 2017.
La agencia se alzó con este trofeo en la categoría Cyber por su campaña “A love song written by a murderer”, producida para la organización Vida Mujer que busca terminar con la violencia contra las mujeres en nuestro país, y tiene como protagonista al cantautor nacional Diego Dibós, quien ha terminado siendo el más vapuleado, pese que él solo aceptó hacer una canción sin cobrar un sol para una campaña que trataba de advertir a las mujeres sobre no dar una segunda oportunidad a un hombre que la golpea porque nunca dejará de hacerlo.
Pues bien, la ‘investigación’ se centró en si su canción fue compuesta basada en la carta de un hombre agresor, copiada palabra por palabra, si el tema en cuestión fue un hit en las radios o no y detalles que francamente no tienen ninguna relevancia con respecto al mensaje. Pareciera más bien que se trata, como siempre, de picharle el globo a la agencia ganadora, porque así somos los peruanos y no sé si será casualidad o no, pero el hermano de Juliana, Manu Oxenford, trabaja en Señor Z, una casa realizadora que, entre otras cosas, también está involucrada en la publicidad.
Me parece más preocupante cuando la publicidad se mete en los contenidos de los programas y si ya en las ficciones como telenovelas resulta bastante incómodo, es terrible el tema de las llamadas ‘activaciones’, que es cuando los conductores (muchas veces periodistas) tienen que hablar de las bondades de una marca o un producto, muchas veces como si estuvieran dando un testimonio, y ahí si se me enroncha el cuerpo, porque siempre me ha parecido cuestionable, por decir lo menos, que periodistas presten (o vendan) su imagen para participar en campañas publicitarias porque, vamos, si recibes dinero por decir que el detergente con puntitos azules es el mejor, ¿cómo podemos estar seguros de que no recibes dinero cuando das una noticia o haces una entrevista?
Un periodista no es un modelito, no es un animador ni un locutor. Su valor más importante es (o debería ser) su credibilidad y el tema de las famosas activaciones, francamente la anula por completo.