A veces el publicista supone que “todos piensan esto”, o que “todos entienden esto” y se equivoca, porque una de las premisas de la publicidad es hacer que cada persona se sienta individual, que el mensaje que está viendo o escuchando, va dirigido a ella o a él, con unas características
-como diría el “Camotillo” de Tulio Loza- “mías de mí, que me poseyo”; por eso, la publicidad busca acercarse y llegar a la persona individual y agrupa al “publico objetivo” de tal manera que son afinidades sociales, económicas y de consumo las que permiten una comunicación publicitaria ediciente y que a quien va dirigida, la sienta como individual.
Mucho se ha escrito y se podría escribir sobre este punto, pero quisiera volver a incidir en algo que ya mencioné en otros artículos y es la necesidad de conocer perfectamente a ese público objetivo; aquí la investigación cuantitativa es fundamental y la cualitativa es no solamente valiosa, sino que servirá para “afinar la puntería” y obtener el éxito deseado.
En mis tiempos de creativo publicitario, sin embargo, he visto como se desecha realizar esta última por considerarla costosa, engorrosa y lenta. Conocer al consumidor, al público objetivo, sus usos y costumbres, individualizándolo y agrupándolo convenientemente, es básico para saber bien cómo decirle lo que se quiere comunicar; la “publicidad para todos” es tan efectiva como disparar al aire y cazar un león, porque demos gracias si cae un pajarito.
“Todos” es mucha gente y la publicidad bien dirigida, la publicidad efectiva, huye de esa palabra.