Desde hace años no hago “efectivamente”, nada que sea creatividad publicitaria. Digamos que estoy fuera de la “movida”, mirando los toros desde la barrera, cuando hasta hace un tiempo me enfrentaba al astado.
Esto ha hecho que mire las cosas de diferente manera; soy un espectador, pero uno que tiene la experiencia necesaria para darse cuenta que la publicidad (casi digo, ofensivamente, “lo que queda de ella” o “lo que se le parece”) prácticamente no es aquella en la que yo empecé hace más de medio siglo y en la que desarrollé toda mi vida profesional.
No es un lamento sino una reflexión, provocada por este cambio de perspectiva, de un protagonista actuante a un observador o “mirón” que piensa que hay cosas que haría de distinta manera, porque si bien las formas, los canales y las plataformas de comunicación han -necesariamente- variado, lo que no ha cambiado para nada es la necesidad de comunicar. La manera de hacerlo cambia, pero la comunicación en sí es la misma de siempre.
Ciertamente, veo un aviso y lo miro con ojos escudriñadores de quien está habituado a revisar para encontrar fallas. Luego pienso que “tal vez yo lo haría de esta otra manera.” No puedo evitarlo y digamos que es un signo de deformación profesional. No lo hago con todos los avisos y spots de radio o televisión con los que soy “bombardeado a diario” en mi “paseo” por los diversos medios, pero sí con aquellos que llaman mi atención, que, desgraciadamente para alguien como yo, son pocos. Y esto no es porque me crea “muy”, sino que creo que el nivel creativo ha bajado.
Ahora que soy, como dije, un “mirón” con experiencia, no puedo dejar de comparar los “viejos” avisos y spots de la tele con lo nuevo y echo a faltar muchas cosas, principalmente la originalidad, la creatividad que atrae, los argumentos bien planteados, que convencen. Sí, los hay muy buenos, pero son los menos y siento que con toda la tecnología a su favor, la publicidad ha perdido parte de su “alma”.
No me quejo, pero “in pectore”, digo: “Yo lo haría de otra manera”.