Ojo, que no es oro todo lo que reluce y la verdad nada tiene que ver con la repetición. Un buen ejemplo de esto es esa “ultimita”, esa increíble “noticia” que corre como reguero de pólvora y se difunde, multiplicándose por las redes sociales.
Me dirán que es un “fenómeno de nuestro tiempo”, pero creo que lo que sucede es que -en primer lugar- existe la facilidad de comunicación y la llegada de las redes a “tutilimundi”. En segundo lugar, todo lo “novedoso”, “noticioso”, “extraño” o atractivo, llama la atención inmediatamente y si se puede “ser parte” de eso noticioso, insólito o novedoso porque se da cuenta del “suceso”, mejor que mejor. Nos sentimos manejando una “primicia”, aunque el WhatsApp advierta que nuestra “info” ha sido reenviada múltiples veces y que en realidad estamos siendo un simple eco, nada original.
Lo peligroso es que “eso” se puede ir deformando y cambiando su verdadero sentido original, hasta que a fuerza de “querer llamar la atención” estamos repitiendo y difundiendo falsedades, mentiras o medias verdades que lo único que harán será falsear la realidad, induciendo a otros al error.
No digo que uno sea plenamente consciente de estar actuando mal o indebidamente, porque uno se entusiasma y de buena fe, difunde entre amigos y conocidos, que a su vez lo hacen con otros amigos y conocidos, algo que en la ruta va añadiendo pormenores que hacen “más sabroso” el tema.
Desinformación. Fácil, rápido y exponencial. Las redes sociales pueden ser y a veces efectivamente son, una fuente tremenda de alteraciones de lo que en verdad es; no quiero decir que personalmente estoy contra las redes sociales, pues eso sería ir contra el progreso, pero sí que hay que tener cuidado con ellas cuando las utilicemos y tanto más cuando nos enteremos de algo por ellas.