Se habla mal de la publicidad, muchas veces por el hecho de hacerlo y sin base alguna, o sea, “hablar por hablar”.
Pero a veces la publicidad tiene la culpa, por diferentes razones y a mí lo que me interesa es que -comparando- la publicidad ya no es lo que era. Seguramente, como siempre que, desde hace un tiempo, se dirá que es la “opinión” de un publicista trasnochado, que no está al día con lo que sucede y al que la ola de cambios lo arrastró, ahogándolo.
Lo que veo actualmente es que a la publicidad “le falta”. Echo de menos frases ingeniosas, sentimientos motivadores e imágenes que capturen inmediatamente la atención.
No me voy a ganar simpatías entre el gremio, pero vengo desde hace algún tiempo, notando en general, con excepciones claro está, una cierta “chatura” en la comunicación publicitaria. Un facilismo que deja de lado esa “magia” que podía hacer maravillas. No sé si es que no se usan palabras adecuadas o las imágenes no convencen, pero pienso que la publicidad de “antes” iba más allá del imperativo y de la “oportunidad”. Si la publicidad debe atraer y motivar para que se efectúe(n) una(s) venta(s), no creo que se pueda apelar únicamente al precio por más bajo que este sea, o a un jugoso descuento. Recordemos que algo de muy bajo precio, suele ser percibido como algo de pobre calidad.
Extraño el ingenio que me hacía sonreír y convencía. Lo extraño, porque la publicidad es muchísimo más que una oferta gritada a voz en cuello o un descuento anunciado a toda página.
Tal ves sea que ya soy viejo y no entiendo.