Cada crisis es una amenaza y suele ofrecer una oportunidad, o a veces más.
Lo que está sucediendo aceleradamente con la “inteligencia artificial” (IA), es una crisis, una amenaza a muchas de las actividades de los seres humanos; este es un tema sobre el que ya he escrito varias veces, pero la velocidad del desarrollo y multiplicación de funciones de la “IA”, me hacen volver sobre sus posibles (y algunas comprobadas) consecuencias, sobre todo con relación a diferentes trabajos que prometen desaparecer o ya desaparecieron y que conocemos porque las noticias nos traen a diario, como la “IA” está siendo el reemplazo muy barato, de muchísimos empleados, que realizaban trabajos diferentes. Esto no es nuevo y la “antigua” revolución industrial, fue una especie de aviso del paulatino crecimiento de las máquinas y la automatización, pero, aunque la fuerza laboral se reducía, siempre se necesitaban operarios para las máquinas: triunfaban los que se adaptaban a la situación y aprendían a operar esos “nuevos monstruos” mecánicos. La máquina necesitaba del hombre.
El tiempo ha ido pasando y sin que nos demos mucha cuenta, las máquinas -primero puramente mecánicas- y luego gracias a la electricidad y la electrónica, han ido invadiendo espacios, sobre todo porque nos facilitaban las tareas y ahora, cuando nos hemos acostumbrado a las computadoras, las cafeteras eléctricas, los hornos de microondas, las aspiradoras-robot y tantísimo otro. Cuando andábamos descansados y tranquilos, fue apareciendo la “IA”, tomó velocidad y lo que era una curiosidad divertida, fue perdiendo gracia y convirtiéndose en esa amenaza que ha devenido en una verdadera crisis laboral, de alcance planetario: nadie está a salvo.
Pero insisto en que la “IA” necesita de la “IH”, es decir de la inteligencia humana, que es quien “la inventó”, la desarrolla y la alimenta con data ¿Pero cuando la “IA” desarrollada sea “casi” autónoma?
Otra vez, digo que inteligencias humanas se necesitarán para que dé respuestas, estas sean acertadas y sobre todo, habremos aprendido (si aún no lo sabemos) a formular las preguntas adecuadamente, a fin de obtener lo mejor en el escenario de las “respuestas inteligentes”. Es cosa de adaptarse a una realidad que tan nueva no es, pero que alarma por su “posibles posibilidades”.
No será lo primera vez que el ser humano se adapte, aunque esta necesidad se presente “de golpe” y haya que “correr” para que la tecnología no nos convierta en unos inservibles machucadores de botones.