El Maestro Leonardo creyó ver a la Fortuna en sueños. Una hermosa mujer de alados pies, con el rostro cubierto por su largo cabello, escapaba del roce de su mano y se esfumaba entre las nubes.
Cada noche, durante los siguientes siete días buscó incansablemente -en la vigilia que antecede al sueño- a la dama del destino, sin poder alcanzarla en su despegue.
Fue al amanecer del octavo día que supo al fin el significado oculto. Tomó los planos de sus máquinas de vuelo y partió, en silencio, hacia el Oriente.
¿Iluminación? ¿intuición? ¿magia? ¿creatividad? ¿o simplemente conocimiento?
Asistimos a la “era de la creatividad”, en la que este elemento juega un papel diferenciador en todos los órdenes de la actividad humana.
Pero, ¿a qué llamamos creatividad?
El uso común lo define como una cualidad extraordinaria -muchas veces atribuida a unos pocos “elegidos”- fruto de una impronta inspirada y, por qué no, condicionada por el azar.
De este modo, la creatividad ha estado asociada desde siempre a la idea de la “iluminación azarosa”, en la que la “locura creativa” es una denominación romántica y poéticamente válida. Pero nada tiene que ver con, por ejemplo, el mercado o el posicionamiento de marca.
Sin embargo la creatividad es inherente al ser humano, es una condición propia de la especie. Desde la perspectiva humana, “crear es producir algo novedoso a partir de algo preexistente”. Conlleva en sí algo tan simple como a la vez complejo: la modificación de las condiciones existentes a través de una mirada distinta –que algunos autores como De Bono denominan “lateral”-, que establecen una modificación del punto de vista desde el que se observan los problemas.
En 1981, el gran músico Robert Fripp, en sus recomendaciones tituladas “Three Rules for Potential Popstars”, decía que el futuro de las bandas de rock dependía de un nuevo esquema colaborativo basado en “pequeñas unidades móviles inteligentes”.
Sin saberlo (o tal vez sí) Fripp estaba definiendo de ese modo el futuro de la gestión organizacional: pequeñas unidades móviles inteligentes vinculadas a través de una gran red. Un claro ejemplo de pensamiento creativo y visionario aplicado a los negocios.
Ser creativo en el mundo contemporáneo no es un aditamento a la actividad que se realice, ya que es parte fundamental del proceso de construcción de posicionamiento. Permite diferenciar la oferta que una empresa, producto o servicio proponga, saliendo de la manada y el benchmark muchas veces condicionante.
La creatividad juega un papel diferenciador, capaz de dotar a los objetos -desde su misma raíz- de valor y sentido. Y a las empresas, nuevas formas de definir su negocio.
Y es una herramienta de altísimo poder que se expresa a partir de lo que llamamos “talento” de una persona. El nuevo modelo de gestión del capital humano, expresado claramente por Nordström y Ridderstråle en “Funky Business”, está enfocado precisamente en la administración de empresas cuya estructura se basa en el talento y creatividad de sus componentes. Y la intuición creativa es consecuencia del conocimiento y experiencias acumuladas –en forma consciente o inconsciente- por las personas que conforman una organización o red a lo largo del tiempo. La creatividad entonces es consecuencia del conocimiento, experiencia, trabajo e inteligencia emocional de los individuos.
“El punto de vista cambia la perspectiva” –cita el Maestro Ronald Shakespear al gran Leonardo- y agrega: “en diseño, a ser creativo se aprende.”
Cambia tu perspectiva, y cambiarás creativamente al mundo.