En el aniversario de la ciudad capital recordamos a este negocio señero. A sus clientes dio cátedra de estilo y a sus competidores de modelo de negocio.
Lima cumple 486 años y sus historias son infinitas. Esta capital latinoamericana que vio nacer a tantos personajes ilustres tiene inmensidad de relatos y gestas grabadas en sus muros. Una de ellas es la de la Casa Welsh, la primera gran tienda de la ciudad que sentó cátedra sobre comercio, negocios, estilo y atención al público.
De origen alemán, la tienda limeña fue una de sus primeras sucursales en América Latina. Comenzó en 1858 con un pequeño local en la calle De la Merced, hoy la cuadra 6 del Jirón de la Unión.
Debido a su éxito saltó a una sede más grande en la calle De la Coca, actual cuadra 4 del Jirón Carabaya, para finalmente debido a su gran demanda construir su propio edificio en la esquina de las calles Mercaderes y Plateros de San Agustín; hoy Jirón de la Unión y Jirón Ica.
Este, su lugar definitivo, abrió el 11 de diciembre de 1909 y se mantuvo activo hasta 1991. Allí, a pocos metros de la Plaza Mayor de Lima, la tienda de cuatro pisos escoltada por el sempiterno reloj Longines, vio pasar frente a su fachada casi un siglo de historia peruana.
Sus productos eran de lujo. Vendía relojes, joyería, porcelanas, cristales, adornos y puros. El local aportaba a la ciudad un aire europeo y era la tienda favorita de las novias para su lista de regalos dado que ofrecía lo mejor para equipar un nuevo hogar.
Su sello era la calidad y el lujo en todo lo que vendía, así que era una tienda de alto vuelo muy bien valorada en la ciudad y en el país. Respaldaba esa fama una marca nacida a mediados del siglo XIX en Alemania, con tiendas hermanas en Nueva York, México, La Habana y Santiago de Chile.
La Casa Welsh es ícono de la Lima de otrora. Una ciudad que buscaba desarrollarse y abrirse al comercio a partir de los modelos de consumo de las grandes capitales, pero al mismo tiempo absorbiendo las señas identitarias del peruano.
En 1991 la tienda se mudó a San Isidro. En su icónico edificio primero se instaló una tienda de ropa tipo bazar, y hoy es ocupado por un café Starbucks que le rinde homenaje al pasado dorado de esos muros con un estilo retro que recuerda a esa Lima de nuestros abuelos.
La Casa Welsh es otro de esos capítulos del anecdotario limeño que siempre es grato recordar. Nuestra ciudad, a sus casi cinco siglos, no se cansa de revivir historias y de mostrarnos de dónde venimos.