Aprendí muy pronto que la creatividad no está en mi cabeza, sino en mis pensamientos y en un contexto social dado; es decir que se produce porque hay una interacción, entre lo que pienso y un suceso externo.
Decir esto puede sonar a barbaridad, pero definitivamente uno no es “más o menos creativo”, sino que el grado de receptividad que se tiene, es mayor o menor en cada caso y es la manera en que mis pensamientos son influidos por el contexto, estableciéndose un “puente” de ida y vuelta que resulta en ideas creativas.
La importancia de ese contexto social que nos rodea es muy grande, porque de él vienen los estímulos que permitirán el pensamiento creativo, que, repito, está formado por nuestros pensamientos y un determinado contexto o “marco” social.
A veces se piensa en la creatividad como un don, un “regalo” de la naturaleza y siempre sorprendo al decir que Todos somos creativos” y a negarme a admitir que alguien no lo sea. Lo que pasa seguramente es que su entorno social no resulta lo suficientemente rico o su grado de receptividad personal sea bajo por alguna circunstancia específica.
El creativo no “nace”, sino que se “hace”, se construye y mientras más rico sea el contexto en el que se mueve, su receptividad irá en aumento y me atrevo a decir que su curiosidad por este también, lo que generará esa interacción capaz de producir ideas creativas.
Una idea nace porque es promovida por “algo” desde fuera y allí empieza lo que llamaríamos el “pensamiento creativo” y las ideas se van “enganchando” unas con otras. Vamos “solucionando” “problemas” que, como repito, tienen su origen fuera. Siempre insistiré en que cuanto mayor sea el “bagaje interno”, mayores serán las posibilidades.