La frase indica que lo que veremos, no tiene esas interrupciones que recomiendan alguna marca de jarabe para la tos, que avisan acerca de una “rebaja imperdible”, que nos detallan las bondades de la toalla sanitaria “X”, o las ventajas que se obtienen al ahorrar en el banco “Y”.
Los “comerciales” irrumpen (casi digo “interrumpen”) en o entre los programas de radio, televisión y en las plataformas de internet, saltan como grillos. Para el espectador radial, televisivo o para el internauta, son molestos, aunque su casi histórica presencia ya se tolera, un poco a regañadientes, es verdad, pero se admiten como un “mal necesario” y es que esos fastidiosos avisos son los que hacen posible que escuchemos o veamos noticias, que nos entretengamos o que descubramos/aprendamos algo.
La publicidad financia los medios “electrónicos”, que son la radio, la tele e internet. Financia también los impresos (diarios, revistas), pero de eso hablaremos otro día, porque las actitudes del lector y las del espectador, son diferentes.
A la publicidad se la ve como “el malo de la película” y claro, a nadie le gusta que corten su atención a noticias que lo mantienen informado, a programación que lo entretiene y en general, seamos francos, a nada. Recordemos que cuando éramos chicos y estábamos jugando en la casa o en un parque cercano, la llamada para almorzar era primero desoída, luego demorada (“un ratito más”) y finalmente, cuando no había más remedio, atendida y aceptada a regañadientes.
La publicidad es esa interrupción de algo placentero, lo que no ayuda mucho a construir una buena imagen, pero hay que tener en cuenta que los costos de contar con noticias y entretenimiento gratuitos totalmente, sería imposible si “alguien” no financiara todo ese entramado. Producir programas para radio o para televisión, es costoso y lo que se necesita para emitirlos y que lleguen al público, es aún más caro. Alguien tiene que pagar (el dinero siempre está metiendo la cola) y esta es la publicidad.
Como se dice popularmente, “no hay lonche gratis”; en este caso específico, el público tele y radioescucha, viendo o escuchando avisos publicitarios, está “pagando” (sin dinero, pero con incomodidad) por ese “lonche”, y además es el modo de retribuir a los que lo hicieron posible.
Hay otros países donde la televisión y la radio son estatales y cobran por ellas a quienes quieran disfrutarlas. Sin avisos comerciales, por supuesto. Lo dicho: “no hay lonche gratis”.
Aquí, la televisión de señal abierta es gratis para el público, que no paga en dinero, pero sí en esos pequeños saltos que -admitámoslo- pueden parecer insufribles, pero como se dice también, “a todo se acostumbra uno”.
Digamos, para finalizar, que la publicidad es un mal menor; podrá pensarse que es el malo de la película, pero es un papel muy secundario, no es el protagonista.