Hace ya muchos años, cuando era director creativo de J. Walter Thompson, había puesto en un cuadrito, una página de la revista publicitaria norteamericana de la “industria” publicitaria, que guardaba desde mis primeros años de redactor en McCann, que era el anuncio de una compañía gringa, dedicada a la creación de música y “jingles”, que decía, en inglés, por supuesto: “NO HAY MÚSICA SI LAS PALABRAS NO CANTAN”.
Era (y creo que lo seguirá siendo siempre) lo que yo llamaría la mejor definición de lo que una canción (letra y música juntas) es. Me pareció tan buena y certera la frase que conservé la página y mucho tiempo después, la coloqué en la pared de mi oficina, para verla y tener presente lo que podía ser una frase publicitaria, pero era una verdad total.
Y creo que es totalmente cierto, porque si las palabras chocan entre sí o no son las adecuadas, es imposible ponerles música y lo que salga será un merengue con palta y un poquito de ají. Un “jingle” o canción publicitaria, debe tener como característica principal ser una unidad, donde la letra y la música se funden y son totalmente recordables. La música recuerda la letra y viceversa son infinidad los buenos, magníficos “jingles” que ha habido, que hay y no es mi intención el mencionar alguno, sino puntualizar esa simple frase que me hizo comprender que no era cuestión de musicalizar cualquier nombre, características y cualidades de algo para obtener un “jingle” que fuera algo muy pegadizo, recordable y que trajera a la memoria “ese” producto, servicio o marca.
Como vemos, no todo es “coser y cantar”, como reza el antiguo dicho.