La Educación es, sin dudas, uno de los principales sectores llamados a transformarse como resultado del impacto que la tecnología genera, pero además y sobre todo, a partir de la propia tracción de quienes se educan o capacitan.
En un mundo en donde el vértigo es la única certeza, en donde buscamos conciliar todos nuestros roles a gran velocidad viendo cómo se traslapan nuestra vida personal y profesional, es donde también tenemos el desafío de hacerle un lugar a nuestra capacitación. En ese particular contexto aparece el Microaprendizaje, una nueva tendencia en educación, como una alternativa muy interesante.
La lógica es simple; se trata de aprender en espacios de tiempo reducidos, y cosas muy puntuales o conocimiento muy específico. Un proceso en donde más importante que el titulo o certificado, lo que más valor genera es el aprendizaje en sí mismo, es decir, el saber sobre algo nuevo, tener una nueva competencia.
Esta tendencia, que viene generando una nueva oferta de contenidos, ya se empieza a evidenciar localmente, en principio, con la creciente preferencia de los profesionales adultos o ejecutivos por cursos más cortos y programas de especialización acelerados. De hecho, según algunos recientes estudios, hay un notable descenso en la preferencia por programas de mayor duración como Maestrías y Diplomados que suelen tener un enfoque más abarcativo. Lo más importante es que los resultados son tan buenos e incluso mejores que los que se obtienen en otros formatos de capacitación más convencionales.
El desafío se presenta hoy para las instituciones académicas que necesitan replantear su oferta, pero sobre todo, entender correctamente que atributos son los más valorados hoy por sus clientes. Personalización, rapidez y libertad, son tres pistas que pueden ayudar como punto de partida.
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