De qué sirve ser el mejor si no puedes trabajar en equipo. De qué sirve ser el que más sabe si no puedes dirigirte a un grupo. De qué sirve ser el más talentoso si te frustras rápidamente. De qué sirve, de qué sirve, de qué sirve.
Por Daniel San Román, gerente de marketing de ISIL.
En estos días de especializaciones los títulos cada vez pesan menos. Tal vez LinkedIn no sea el mejor sitio para decirlo pero lo cierto es que con un mercado tan parejamente formado las diferenciaciones para ingresar a un trabajo se están marcando en la experiencia previa pero las materias blandas están siendo las vitales a la hora de escalar posiciones en una organización.
Las formas, las benditas formas. Eso que antaño se ignoraba, o se entendía como “engreimientos”, hoy pueden marcar la diferencia entre una jefatura y una gerencia. Los días en que los números lo eran todo y que las canas representaban conocimiento han comenzado a caer al ritmo de las canciones de los millennials. Se acabaron los días de Mad Men, y no solamente porque ya no se puede tomar whisky antes del almuerzo en la oficina, y de la unilateralidad jerárquica. En estos días de hablarlo todo, de compartir lo que se siente y de luchas de géneros “la forma sobre el fondo” se está cotizando en alza.
Un estudio realizado por CareerBuilder.com, encontró que de los 2138 profesionales de recursos humanos encuestados, el 77% consideraba que las habilidades blandas en un candidato eran tan importantes como las duras. Por su parte La Association of American Colleges & Universities (AAC&U) publicó un informe que reveló que un 93% de organizaciones considera como factores determinantes el pensamiento crítico, la comunicación solvente (oral, escrita y audiovisual) y la habilidad para resolver problemas complejos, por encima de un MBA o estudio de postgrado
Antes éramos trabajadores, hoy somos talento. Antes las áreas de Recursos Humanos pasaban por gestionar la planilla y depositar los sueldos mientras que el concepto de clima laboral se basaba en cuánto se ponía el aire acondicionado de la oficina. Hoy las áreas de Talento se concentran en el crecimiento de sus colaboradores y en la detección de oportunidades para retenerlos.
No sé qué hubiese sido de El Jefecito (Antonio Salim) por estos días. De seguro Chelita lo hubiese denunciado por acoso y Felpudini habría salido airoso de la demanda de abuso que le habría entablado. Lo cierto es que los tiempos han cambiado y las reglas con ellos. La frialdad del CV ha sido descubierta y la profundidad de las redes sociales (Linkedin, Twitter, Facebook e Instagram) se han vuelto en el mejor headhunter que uno imaginó. Así captar se ha vuelto sencillo pero la complicación se ha venido por la retención en gran medida por las pretensiones de los trabajadores que siguen creyendo que una formación nutrida y la cantidad de años en una empresa deben significar una mejora económica o laboral. Así como quien canjea un premio con los puntos de la tarjeta bonus.
Habilidades blandas, le dicen. Habilidades que según Korn & Ferry (2014) se concentran en seis: Tolerancia a la ambigüedad, Empatía, Confianza, Humildad, Compostura y Energía. Esas, y si, todas con mayúsculas. A por ellas (y por los que las tienen).
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