El viernes, dictando clase, una de mis alumnas me comentó que decidió ser publicista porque la inspiró un tío suyo que trabajaba en Mayo. interesadísima yo, y afanosa por decirle que seguramente era o había sido mi compañero, le pregunté cómo se llamaba y recibí como respuesta a mi inocente pregunta un: “No creo que lo conozca – me habló de usted encima – él es joven”.
En ese momento, sentí que una daga mortal atravesaba mi pecho, y con ese dolor que me quemaba hasta la entraña terminé la clase, entré a otra que duraba otras tres horas, fui a la agencia, corregí un debrief con mi equipo y lo discutí con el Director Creativo; tuve dos reuniones más, pasé por el club a trotar unos 45 minuto y me fui a casa; allí me bañé, me cambié, me maquillé y salí, manejando desde Miraflores hasta La Perla en donde tenía que presentarme en un show. Regresaba a casa, casi a las 12 de la noche, manejando sola por el circuito de playas, ya sin dolor, ya sin quemazón pero preguntándome:
¿De verdad estoy vieja? ¿Será que una anciana como yo puede quedarse de boleto trabajando una campaña? ¿Será que también puede subirse a un avión a Arequipa a las cinco de la mañana y volver el mismo día a las 10 de la noche después de una presentación al cliente? ¿Será que estar tirada en la alfombra de casa por horas corrigiendo exámenes y trabajos de mis más de 100 alumnos me ha vuelto decrépita? ¿Será?
La verdad es que cuando empecé en esto, nunca creí que a mis años estaría todavía en actividad. “Los publicistas tenemos una carrera más corta que los futbolistas”, decían. Y hoy me pregunto y les pregunto a esos que como yo nos llamamos muertos de risa los“Nativos vegetales” si nos imaginábamos en nuestros tiernos veintes haciendo todo lo que hacemos a esta edad, en esta profesión.
Que pasen los arcaicos de mi promo : Ricardo Mares, Julio Oshiro, Oto Velez, Kathiana Castillo, Maria Beatriz Rodó, Ricardo Ortiz, Miko Irei, Bea Bruce, Alfredo Galvez, Coqui Jara, por poner unos pocos ejemplos y nos cuenten, nos enseñen y nos digan, cómo lo hacen y cómo lo hacen tan bien, encima.
Me quedo con esto último: La publicidad se puede ejercer maravillosamente bien por todo el tiempo que querramos si somos capaces de actualizarnos, de ser fieles a nuestras premisas y de aprender de los que todavía están jóvenes, como el tío de mi alumna.
Y ya los dejo, porque el decrépito de Ernesto Melgar está esperando que le pase esta columna.
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