Si escribimos “Marketing Digital” en la barra de búsqueda de Google obtendremos, en menos 0.43 segundos, alrededor de 40 millones de resultados. Es claro, todos hablamos del Marketing Digital, todos queremos saber más acerca del Marketing Digital.
Esta “fiebre” se hace aún más evidente cuando revisamos su influencia en distintos ámbitos, y hay dos que me parecen particularmente representativos y que están muy correlacionados: Por un lado, el laboral, porque ya no es ninguna novedad que existan, en muchas empresas y en distintos sectores, equipos y posiciones específicas responsables de capitalizar algo de toda esta corriente en beneficio del negocio. Y, por otro lado, el ámbito de la capacitación, donde lo que vemos es el crecimiento vertiginoso de una amplia oferta de programas de especialización con distintos formatos, duraciones, y modalidades, pero con un eje transversal, la promesa de convertirnos en expertos en Marketing Digital.
Lo cierto es que el Marketing Digital dejo de ser una tendencia para convertirse en una realidad absoluta.
¿Pero qué es lo que pasó? ¿Qué cambió? ¿Qué sucedió con el marketing que conocíamos antes? ¿Por qué a ninguna otra especialidad se le ha añadido el apellido “digital” tan fácil y rápidamente como al marketing? ¿Existe verdaderamente un Marketing Digital y otro tradicional?
En mi opinión el cambio más significativo de los últimos años no ocurrió en el marketing, ocurrió en las personas y en su forma de comunicarse. Esta alteración en sus hábitos de sociabilizar ha sido tan veloz en su adaptación y profunda en su alcance que se ha convertido en una fuerza tremendamente poderosa, en un fenómeno irreversible. Y no hablamos del “efecto Facebook”, como algunos lo llaman. Incluso, si esta red social desapareciera, el hábito permanecerá inalterable. No tengan ninguna duda de eso.
El marketing, en gran medida, se trata de las personas, de las personas en su rol de consumidores, y es allí donde tiene absoluto sentido y lógico que haya enfrentado un proceso de desarrollo para adaptarse a esas nuevas realidades. Ciertamente hoy existen muchos más recursos vinculados al ecosistema digital que le permiten al ejecutivo de marketing un espectro de alternativas gigantesco, y a las marcas una mayor latitud para vincularse con sus clientes.
Sin embargo, es riesgoso pensar en el Marketing Digital como un nuevo marketing si desde ese enfoque se pretende cuestionar –o lo que sería peor, olvidar- los conceptos y pilares básicos del marketing que en mi opinión siguen intactos. Basta con revisar los fundamentos más sólidos del marketing para confirmar que -salvo algunas adecuaciones lógicas- no hay ningún indicio razonable que nos obligue a iniciar una discusión acerca de su vigencia.
De hecho, añadirle el apellido “digital” al marketing puede, en algunos casos, terminar siendo un despropósito y acercarlo conceptualmente a la tecnología, y alejarlo de la estrategia, y el marketing se trata, esencialmente, de estrategia. Digital o analógicamente, quienes hacemos marketing, tenemos el objetivo y obligación de generar valor al negocio y mejorar la vida de nuestros clientes.
No hay dudas, el marketing tiene hoy un desafío permanente al intentar no perderle el ritmo a estos mercados que son tan dinámicos e impredecibles. En ese sentido, es vital incorporar las tendencias digitales y comprender a un consumidor que ha sido impactado por ellas al punto de cambiar su forma de vivir e interactuar con otras personas y con las marcas. No hay absolutamente ninguna discusión al respecto. Pero tan importante como eso, es entender que el marketing digital no es otra cosa que