Escuela y universidad

Para empezar, debo decir que el título universitario lo obtuve en el año 2010 y la Universidad Católica me lo entregó después de presentar un pequeño trabajo (una formalidad), “honoris causa” por mi currículo vitae. Es decir que casi después de 50 años de trabajar en creatividad publicitaria, ejercer la docencia de creatividad y estrategia publicitarias, además de la de comunicación inter cultural, en universidades e institutos superiores, yo creo que “por cansancio”, me dieron el título de Comunicador, con especialización en publicidad.

Digo todo esto no por ufanarme, sino porque es preciso que reconozca que mi “escuela primaria y secundaria” fue McCann Erickson Perú y, la “universidad”, J. Walter Thompson Peruana – donde estuve en dos ocasiones- para, la segunda vez, hacer una “maestría”.

Aprendí lo que sé de publicidad, como se dice futbolísticamente, “corriendo la cancha”, jugando partidos cada vez más complicados, pero siempre divertidos, por más que se terminara sudando…

No sería para nada justo decir que “mi escuela y universidad fueron la calle” como se suele escuchar, porque tuve la suerte y diría que el lujo de que dos grandes organizaciones publicitarias de nivel mundial, me formaran profesionalmente y no podría dejar de mencionar tampoco lo que fui aprendiendo en las diferentes agencias donde trabajé, además de lo invalorable que resultó para mí el habar enseñado, porque –como lo digo siempre- aprendí mucho más de lo que pude enseñar, porque como profesor yo era uno, mientras que mis alumnos, de los que aprendí tanto,  fueron como 16.000. 

Es inmensa la gratitud que siento por mis dos “alma máter”, por los centros de estudio que me acogieron, por las agencias publicitarias en donde trabajé, por esos clientes y alumnos anónimos que forman una verdadera multitud y, claro, por la Universidad que me otorgó el título. Gratitud que solamente puedo expresar en un “¡gracias!” que parecerá una simple palabra, pero que está repleta de sonrisas y abrazos, esos abrazos que no alcanzaría a dar personalmente.

Y ahora, discúlpenme si los aburrí… Termino con un nuevo “¡Gracias!”, esta vez a ustedes, por leer.

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