Se habla mucho sobre la influencia que la publicidad ejerce sobre el público, convirtiéndolo en “público-consumidor” y creo que, sin negar su participación en el convencimiento del público que está expuesto a ella, la publicidad actúa como un elemento para la toma de decisiones, cuando surge en el individuo una necesidad y hay varias alternativas entre las que puede optar, para satisfacerla.
Por ejemplo, cuando un ama de casa necesita un detergente para lavar ropa, el mercado le presentará alternativas, cada una con sus características y la publicidad lo que hace es mostrar esas alternativas, incidiendo de manera diversa en las características, presentando cada producto alternativo de manera atrayente y con un “lenguaje” que busca convencer, pero sin engañar al público, o denigrar a lo que se llamaría “la competencia”.
Insisto en que la publicidad es una especie de “ayuda memoria”, que recuerda –ante necesidades- las posibles “soluciones a estas, presentando, por lo general, varias opciones; si bien es verdad que la publicidad es percibida como omnipresente e “invasiva”, hay que tener en cuenta que es preferible que nos recuerden que podemos escoger en algún caso concreto y que hay una miríada de soluciones, que el mercado ofrece, siempre más de una para cada necesidad.
Podrán estar o no de acuerdo conmigo y dirán que es la opinión “sesgada” de alguien que ha ejercido la publicidad por más de cincuenta y tres años, pero quisiera que tengan en cuenta, que además de publicista, he sido y soy parte del público y que agradezco por poder optar, por la ayuda que he recibido y recibo para hacerlo, en cosas tan sencillas como escoger un chicle o tan importantes, como es elegir un seguro de vida.