Ya no son solo los estampados, la comida está teniendo una gran influencia en el mundo de la moda y algunos de sus precios no son para el común de los mortales. Te contamos la razón de esta tendencia.
Los estampados de comestibles han estado presentes desde siempre. Pero desde hace algunos años la relación entre la comida y la moda enfrentan una suerte de reivindicación fashionista, conceptual y comercial. Un ejemplo no tan reciente es el vestido de carne de Lady Gaga usado en los premios MTV 2010, costó más de US$6.000 y aunque para muchos fue innecesario, para la artista era algo más contundente: un símbolo de protesta contra leyes homofóbicas en la institución militar de los Estados Unidos.
Ahora la tendencia de vestir lo que comes puede que sea menos excéntrica que las ideas de la intérprete de Bad Romance, pero no han disminuido ni en popularidad, ni en costos. Una plataforma de accesorios de lujo vende anillos con forma de hamburguesa por US$19.680. Y no es su única referencia a comestibles, también tienen dijes de croissant, botones de papas fritas y más.
Algo tienen en común todas estas prendas: ninguna es para el común de los mortales. Sus precios ascienden a los miles de dólares. Pero, ¿qué está impulsando este creciente y lucrativo interés por el fashion food?

Fashion food: autoexpresión, lujo y comunidad
Cabe mencionar que en esta tendencia hay códigos que desde hace mucho han representado ideas concretas de estatus. No es un secreto que las frutas y el arte han tenido una estrecha relación desde hace siglos. Estas en particular, sobre todo las exóticas (como las piñas), eran consideradas una opulencia y una suerte de sugerencia a que, el dueño de la pintura, ostentaba una buena posición económica.
Ahora, el lujo que prometen estas delicias tampoco es siempre puramente financiero. «La fruta está ligada a ideas de lujo y descanso de una manera que otros alimentos no lo están», ha explicado Khushbu Shah, editor de restaurantes de Food & Wine.

Shah explica también que el fashion food también representa una mayor identificación con la comida a nivel personal. «Tus preferencias alimentarias son una forma de autoexpresión», dice Shah.
Melissa Marra-Alvarez y Elizabeth Way, curadoras de una próxima exposición sobre comida y moda en el Museo del Fashion Institute of Technology de la ciudad de Nueva York, recuerdan que “Andy Warhol puso una lata de sopa en un cuadro y esto es algo que todos captan y entienden”.
“Y entonces [las referencias a alimentos] pueden ser una forma para que los diseñadores de alta costura establezcan una conexión con el público en general, especialmente en la era de Instagram, donde la difusión de estas imágenes tiene un valor monetario. Cuando creas una imagen con la que todos pueden identificarse, creo que eso también tiene valor”, agregó Way.
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Una simbiosis con las redes sociales
Para las curadoras, el hashtag #OOTD (atuendo del día) y las fotos de comida en Instagram tienen mucho en común. “Existe un elemento de comer que puede ser privado, pero también hay un elemento de comer que es muy público”, dijo Marra-Alvarez. “Salimos a un restaurante, nos vestimos. Es decir, nos vestimos bien sólo para salir a comer”.
Tomamos una foto de nuestro #OOTD antes de ir a cenar, y luego otra vez cuando llega nuestro plato de pasta (por ejemplo). Un registro de ello en las redes sociales no es solo un símbolo de estatus e identidad; hace permanente algo que desaparecerá después de algunos bocados.
“La comida también es muy transitoria: la consumimos y se acaba”, dijo Marra-Alvarez. «Y entonces, usar comida, llevar un bolso que parece comida, usar una colaboración con tu diseñador y restaurante favorito es una forma de mostrarle al mundo un acto que a veces puede ser más privado o puede no tener la longevidad que lleva tu ropa», agregó la curadora.