Ni tanto que queme al santo…

Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre dice el refrán, y esto viene a cuento de una nota de RPP, que aparece en Google, cuyo título es “¿Qué hacer si somos hostigados con publicidad y llamadas”? y que evidencia algo que no debe hacer nunca la publicidad y es hostigar o acosar al consumidor, para “asegurarse” que reciba los mensajes.

Esto que es parte del ABC de la profesión, la desesperación, la incompetencia o la desidia no parecen tenerlo en cuenta, pues lo que provocan es el efecto contrario a lo que se busca.

El público, el posible consumidor, se cansa de escuchar una y otra vez la misma monserga (y digo bien, porque el mensaje se convierte en eso), terminando por hartarse y no solamente reaccionar de modo violento, sino que quien “paga el pato” –además del producto o servicio publicitado- es toda la publicidad en general, acusada de intrusiva e inoportuna. ¡Justos pagan por pecadores!

Los excesos siempre cobran factura, siendo el pago alto y doloroso. No es posible que una estrategia de medios soslaye la frecuencia y no le importe atiborrar a los medios con el mismo mensaje.

La selección de medios no puede estar librada al azar y menos la frecuencia de mensaje. Esto es parte de una estrategia, que busca llegar al consumidor de la mejor manera, y predisponerlo a la compra o al uso de un producto o servicio…

El público no es tonto y si hasta ahora ha considerado a la publicidad como un “mal menor”, el que así sea, no deja de ser nefasto, porque un mal es un mal, sin medir su tamaño y la publicidad NO PUEDE perder su capacidad de atracción. Se necesitan buenos mensajes, atractivos, convincentes y estrategias de medios que los hagan visibles, amables y no desesperantes.

Que el famoso “un comercial y regreso”, sea una verdadera pausa grata y no una denostada interrupción.

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