En 2010, la compañía tecnológica intentó competir con el iPhone y los dispositivos Android al lanzar la serie de celulares Kin ONE y Kin TWO, pero el proyecto no tuvo el éxito esperado.
En abril de 2010, Microsoft presentó los Kin One y Kin Two, dos móviles diseñados específicamente para la era de las redes sociales. En pleno auge de Facebook y Twitter, la compañía apostó por dispositivos con teclado físico y acceso directo a plataformas sociales, buscando captar al público joven. Sin embargo, la apuesta no tardó en derrumbarse.
Con un diseño compacto y características técnicas modestas, los Kin ofrecían pantallas de 2,6 y 3,4 pulgadas, cámaras de hasta 8 megapíxeles y una versión limitada de sistema operativo llamada Kin OS. Este último fue uno de sus mayores errores: no permitía instalar apps ni juegos, lo que condenó a los teléfonos a una funcionalidad extremadamente básica.
A ello se sumó una campaña publicitaria fallida que fue duramente criticada. Microsoft promocionó el Kin como una herramienta de “sexting”, mostrando escenas controvertidas que generaron rechazo entre padres y medios. La empresa se vio obligada a editar los anuncios y ofrecer disculpas públicas.

El fracaso fue total: en solo 49 días, Microsoft retiró ambos modelos del mercado tras vender apenas unas 500 unidades. El proyecto, que apuntaba a competir con BlackBerry y abrir camino para Windows Phone, terminó siendo uno de los mayores fiascos tecnológicos de la década. Incluso Bill Gates lo lamentaría años después.
Hoy, los Kin sobreviven como una rareza entre coleccionistas, un recuerdo de cómo incluso los gigantes tecnológicos pueden cometer errores de cálculo. Su historia es un recordatorio de que entender al usuario es tan importante como la tecnología misma.