El fundador e ideólogo de Apple falleció a los 56 años, el 5 de octubre de 2011. Además de sus aportes a la tecnología, sus ideas sobre la experiencia de consumo son capitales en la historia del mercadeo.
Se cumplen diez años de la partida de Steve Jobs. El fundador e ideólogo de Apple murió a los 56 años, el 5 de octubre de 2011. El innovador dejó grandes aportes en diversas disciplinas, que incluyen la tecnología, los negocios, las inversiones, y una en la que muy especialmente marcó pauta: el marketing.
En el año de su muerte, la fortuna de Jobs se valoraba en 8.300 millones de dólares y ocupaba el puesto 110 en la lista de grandes fortunas de la revista Forbes. Con sus ideas y particular forma de vender convirtió a Apple en la empresa más valiosa del mundo, lugar que todavía ostenta.
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Sobre las lecciones que dejó este empresario en el ámbito del marketing resalta la experiencia del usuario, que hoy es ley en todas las escuelas de negocios y publicidad. Para Jobs era importante vender un producto de máxima calidad pero también ofrecer una experiencia de compra y de uso única, que cada consumidor sintiera realmente personalizada y que además le aportara estatus. Vender sueños, no productos, esa era su premisa.

«Lo normal es que los encargados de marketing tengan que trabajar con un producto que es una basura, pintándole los labios a un cerdo. Steve controlaba tanto el producto como su campaña de marketing, no solo lo último», contó Guy Kawasaki, antiguo empleado de Apple, citado en varios portales. Lo que explica es la unión que se refleja en campañas legendarias como la de Think Different (1997), o el mítico anuncio del Mac emitido en el Super Bowl en 1984.
Otro legado de Jobs en el campo del marketing fue el de escuchar realmente a la audiencia, pero no a partir de los usuales focus groups, sino de experiencias reales. Por ejemplo, el Apple II fue el resultado de lo que el propio Jobs aprendió con las impresiones del público con el Apple I. Eso hizo que los ingresos por las ventas de los Mac aumentaran un 533 %, doblándose cada cuatro meses.
El iPod y el iPhone también son productos de esta estrategia. Jobs decía que el cliente no sabía lo que quería hasta que se lo enseñabas.
También conocía el poder de las imágenes. Presentó el verdadero tamaño compacto del iPod nano sacándoselo del bolsillo más pequeño de sus pantalones. Y la fineza del MacBook Air sacándolo de un sobre. En ambos casos logró ovaciones que seguramente no habrían llegado si solo se hubiera dedicado a dar cifras y medidas.

Por otro lado, Jobs convirtió al diseño en una marca. Un diseño de producto único es la mejor estrategia de branding. Así lo entendió y así lo aplica aún hoy con éxito Apple en todos sus productos. También es publicidad gratis a donde quiera que viaje cada pieza. Sucede así cada vez que alguien porta un iPhone, o cada vez que veíamos a alguien con los característicos auriculares blancos de iPod, hoy convertidos en AirPods.
Esto viene de la mano con otra premisa de Jobs: convertir a sus usuarios en evangelizadores. Clientes realmente enamorados de un producto y de la experiencia al usarlo se convierten la mejor publicidad gratis. Pero esto solo se logra haciendo todo bien y entregando a cada cliente no un producto sino la consagración de un sueño. Así ha vendido Apple a cada uno de sus equipos: como el logro de una meta, no como un nuevo artículo para satisfacer cierta necesidad.










