Por Daniel San Román, gerente de marketing de ISIL.
Desde el marketing es imposible no hablar siempre bien de las redes sociales. Nadie puede desconocer su utilidad y la manera que este canal ha servido como herramienta letal para que las marcas se pueden acercar a los consumidores. No hay nadie que trabaje con una marca que pueda señalarlas acusándolas de diabólicas.
Pero bien se dice que en los momentos de desgracia se conocen a las personas y, así, vivida hace unos días la muerte de Alan García -más allá del tenor político- las redes han dejado en claro la personalidad de nuestro país. De aquella necesidad de chismosería, del hambre protagónica de generar “fakes” y de la crueldad desmedida de la competencia por ver quién tiene la foto más sangrienta.
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Dirán que eso pasa en todos lados y de seguro alguien alzará la ceja -mientras lee esto- y pensará: novato. Pero lo cierto es que la intensidad de esta Semana Santa, donde las noticias se agolpaban y la ociosidad de la gente fue el caldo de cultivo soñado para mostrar la versión más masoquista de los últimos años, dejamos en evidencia que las redes sociales son un mar indómito.
Fue en el 2008 en que las redes sociales comenzaron a dejar de ser un hobbie. Justamente en ese año en que el apogeo de Hi5 sucumbió con la llegada de la versión en español del Facebook. En ese momento lo que era una moda juvenil se convirtió una forma de vivir que capturó a baby boomers, los X y todas las letras que aparecieron luego.
Más allá del tiempo que sentimos que estamos en las redes sociales lo cierto es que como sociedad no tenemos más de 11 años inmersos en este mundo de compartirlo todo. Estamos iniciando así nuestra adolescencia digital y por ende tenemos berrinches de conductas producto de nuevas experiencias que estamos viviendo pero que no tenemos la menor remota manera de manejarlas.
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Bien se dice que la madurez se logra con la experiencia y con el dolor del aprendizaje. En ese sentido, es normal tener en claro que de cada momento de caos que vivimos en nuestras redes sociales es un aprendizaje. Así de estas nuevas situaciones, de las reacciones que apreciamos como de los comportamientos propios y ajenos seremos mejores personas en futuro. Es decir que la crisis de mañana será diferente a la de hoy. No mejor pero si diferente.
En este sentido es evidente que seguimos en una etapa de crecimiento y madurez más allá de lo que métricas de conversión nos dicen. Y es que no todo se puede medir en ratios más cuando se habla de un espacio -a todas luces- eminentemente emocional. Podrán seguir simplificando todo en trolls y hatters pero lo cierto es que detrás de cada uno de estos subjetivos hay un usuario que aún estamos lejanos de entender. Vivido es exabrupto es el momento de la reflexión siendo conscientes que está “de lo digital” no es una mera moda si uno un nuevo escenario en el que tendremos que aprender a vivir desde nuevas reglas y no repitiendo las de afuera.
*Artículo publicado en el periódico #75, edición mayo de Mercado Negro.
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