La activación llevó a los espectadores a vivir el terror más allá de la pantalla, con un ritual previo que preparó el ambiente para la última entrega de la franquicia.
La saga de El Conjuro no solo ha dejado huella en la taquilla con millones de dólares en recaudación global, sino también en la forma de construir experiencias para los fanáticos del terror. En su cuarta entrega, titulada El Conjuro: Últimos ritos, Warner Bros decidió ir más allá del tráiler y la cartelera para activar una acción de marketing que llevó el miedo al terreno de lo tangible: la bendición de los propios espectadores.
En las funciones anticipadas en Estados Unidos, particularmente en salas de Texas y Miami, los asistentes se encontraron con un invitado inesperado. Un sacerdote entregó botellas de agua bendita y estampas de San Miguel Arcángel antes de ingresar a la proyección. Además, dedicó oraciones breves para “proteger” a quienes se disponían a ver la película.
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El Conjuro 4: la activación que conecta con la narrativa de la saga
Este movimiento no surgió al azar. Desde su primera entrega, la saga ha construido una identidad vinculada al ocultismo, la fe y el exorcismo como ejes narrativos. Trasladar esos elementos a la vida real mediante esta acción particular permitió que la campaña amplifique la atmósfera de la cinta incluso antes de que la proyección comience.
Por su parte, la elección de un sacerdote no solo reforzó la credibilidad del relato, sino que también abrió paso a un storytelling experiencial. A pesar de que la activación se limitó a funciones anticipadas en ciertas ciudades de Estados Unidos, su alcance trascendió fronteras en redes sociales. Los videos que mostraban al sacerdote repartiendo agua bendita superaron cientos de miles de reproducciones, convirtiéndose en publicidad gratuita para el estreno.