Desde 1987 hasta 1997, el personaje fue la mascota publicitaria de la marca de cigarrillos Camel, la cual buscaba conectar más con los fumadores. Sin embargo, su figura fue duramente criticada al ser acusada de promover el consumo de tabaco en menores de edad, lo que le trajo problemas legales a la compañía.
El personaje de Joe Camel, el camello animado que fuma cigarros Camel, fue creado para una campaña en Francia en 1974. Sin embargo, en 1988 fue rediseñado por Mike Salisbury para el mercado estadounidense y lanzado en una campaña muy llamativa.
En ese sentido, el camello antropomorfizado con lentes de sol y actitud relajada formó parte de una estrategia de R.J. Reynolds para revitalizar la imagen de su marca Camel. El objetivo era diferenciar a Camel de otras marcas y dotarla de un estilo que conecte con los jóvenes.
Entonces, Joe Camel comenzó a aparecer en anuncios impresos, carteles, merchandising e incluso en eventos patrocinados, convirtiéndose rápidamente en un símbolo reconocible de la marca. Esta imagen ayudó a Camel a reposicionarse en el mercado, atrayendo a un público joven adulto, por lo que, desde el punto de vista del marketing, resultó una campaña exitosa.

Popularidad y controversia
La popularidad de Joe Camel llegó a tales niveles que incluso era reconocido por niños con la misma facilidad que personajes de la talla de Mickey Mouse. Por eso, su presencia comenzó a levantar sospechas entre organizaciones de salud y grupos antitabaco, las cuales señalaban que su diseño y estética promovían el consumo de tabaco en menores.
Bajo ese contexto, diversas organizaciones, como la Asociación Médica Estadounidense (AMA), acusaron a R.J. Reynolds de dirigir deliberadamente su publicidad a menores de edad. El argumento era que, al usar un personaje animado, la empresa estaba facilitando la identificación de los jóvenes con el hábito de fumar, normalizando su consumo antes de alcanzar la mayoría de edad.
Ello generó intensos debates sobre ética publicitaria y responsabilidad corporativa. Asimismo, iniciaron los problemas legales, por medio de demandas colectivas presentadas en varios estados de Estados Unidos que acusaban a la tabacalera de poner en riesgo la salud pública.
En paralelo, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) y otras instituciones gubernamentales empezaron a investigar el impacto de la campaña en el consumo juvenil de tabaco. Dichas investigaciones aportaron evidencia de que, tras el lanzamiento de Joe Camel, la cuota de mercado de Camel entre fumadores adolescentes había aumentado.

Desaparición de Joe Camel
Finalmente, en 1997, R.J. Reynolds anunció que retiraría a Joe Camel de todas sus campañas publicitarias. La compañía negó haber dirigido sus anuncios a menores, pero reconoció que la controversia había dañado su imagen y reputación de marca.
La decisión fue vista como una victoria para los defensores de la salud pública y un precedente importante en la regulación de la publicidad de productos nocivos. Desde entonces, las restricciones sobre la publicidad de cigarrillos se hicieron más estrictas, limitando su presencia en medios de comunicación y eventos deportivos.
La desaparición de Joe Camel dejó varias lecciones para la industria publicitaria. Una de las más importantes fue la necesidad de establecer límites claros sobre a quiénes puede dirigirse una campaña. Adicionalmente, la noción de «publicidad responsable» tomó fuerza, especialmente para productos con riesgos para la salud como el tabaco, el alcohol y la comida ultraprocesada.
Desde el punto de vista del marketing, el caso también sirvió como ejemplo de los riesgos de crear una mascota demasiado atractiva para públicos no deseados. Aunque Joe Camel fue exitoso en reposicionar la marca, el costo reputacional y legal fue enorme, dejando el aprendizaje de que no solo importa el impacto en ventas a corto plazo, sino también la percepción social y las posibles repercusiones normativas.