El popular videojuego supuso un punto de inflexión para las marcas que buscan conectar con toda una nueva generación, pero todo en exceso es dañino.
Fortnite, el videojuego más popular del momento, que es de tipo “Battle Royale”, un modo en el que se escoge al azar a los jugadores y se los deja en un espacio donde tendrán que luchar entre ellos y solo puede quedar un superviviente, se ha posicionado con mayor penetración en las generaciones menores.
Gracias a su condición de juego gratis está disponible para todas las plataformas y tiene un aspecto visual estilo cartoon que le ha servido para ganar millones de seguidores en todo el mundo.
Esto hizo que diversas marcas realizaran campañas exhaustivas de Inbound Marketing complementadas con Growth Hacking para centrarse en ese colectivo nicho, y es que las empresas comprendieron que los jóvenes han dejado de ver y leer los medios que apenas conectan con ellos para ver y leer lo que ellos quieren en el momento que desean.
Sin embargo, con la masiva aceptación del juego llegó un problema al que la industria del entretenimiento y la publicidad no pueden voltear el rostro: “Muchos niños adictos al ‘Fortnite’ tienen falta de presencia parental”, así lo ha señalado Joana Maria Solano, psicóloga y terapeuta que lidera el proyecto Ciber, el primer programa a nivel España que trata la dependencia a las nuevas tecnologías.
En conversación con el diario Última Hora, Solano explicó que de momento se trata de Fortnite, pero en unos meses o años será otro juego el que provoque esta interferencia o incompatibilidad con los lazos familiares.
Para la especialista, el abuso de videojuegos como Fortnite hace que “los ‘cinco minutos más’ se pueden convertir en horas. También está el problema cuando mucha gente pierde la partida y también pierde los nervios. O si alguien utiliza el WiFi de casa, se pone como una fiera porque la velocidad se reduce”.
“Primero empiezan verbalmente a insultar, el siguiente paso es empezar a romper mobiliario y, después, ya vendría la agresión a los padres. Estas reacciones van en escalada, si no se paran a tiempo. Todo esto está sucediendo en la actualidad, en Balears, son casos que estamos atendiendo en Projecte Home. Muchas veces, cuando los padres piden ayuda es porque ya se ha llegado a la violencia. Nos dicen que no les quedan muebles en casa, que sus hijos han roto los cristales o, incluso, las propias consolas”.
Sobre las consecuencia a nivel cerebral, Solano asegura que diversos estudias apuntan a que la sobreestimulación cerebral genera tolerancia. “Estamos hablando de que hay niños de 6 y 7 años que juegan al Fortnite. Es un juego muy visual, muy rápido, tienes que estar siempre alerta. Al principio apabulla, pero si un niño se acostumbra, después necesita esta sobrestimulación porque si no, se aburre. Y si no recibe esa estimulación de un videojuego, puede buscarla en otras sustancias. También se ha demostrado que las nuevas generaciones de niños tienen una falta de empatía tremenda porque pasan muchas horas con juegos violentos”.
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