“El telefonito es…”

Yola Polastri, recordada personalidad de la tele, la de las “burbujitas” y los “burbujitos”, la de las canciones infantiles pegadizas que se hicieron famosas, cantaba “El telefonito es una necesidad, llamada tras llamada y bla bla bla blablá…”, claro que antes de los ubicuos teléfonos celulares, que más que una necesidad, se han convertido en algo indispensable…

El teléfono como un medio es algo que para la publicidad resulta fantástico, pues prácticamente todos tienen uno y los mensajes llegan por diferentes canales, ya sea YouTube, Instagram, WhatsApp, las redes sociales o las diferentes plataformas que en Internet existen.

Llegar a la mayor cantidad de audiencia es uno de los objetivos de la publicidad; el antiguo “alcance y frecuencia” cobra así actualidad, pero por desgracia, en el rubro “frecuencia” creo que hay un abuso tal, que no solamente desvirtúa a la publicidad, sino que la hace molesta, ineficaz.

Me estoy refiriendo a las llamadas telefónicas que, con fines puramente publicitarios, llegan inopinadamente a los teléfonos celulares (y a los números “fijos” también), siendo una verdadera plaga que irrita, hace “odiar” más a la publicidad, que ya tiene fama de intrusiva y demuestra que la insistencia desmedida y poco regulada provoca verdadero hastío y rechazo.

Quien sufre es la propia publicidad porque no solo se vuelve ineficiente, sino que transmite el rechazo que provoca a marcas, servicios o productos –a clientes publicitarios- que confiaron en la publicidad como un medio eficiente y efectivo.

El viejo dicho “Tanto va el cántaro al agua, hasta que se rompe”, se aplica aquí perfectamente, porque es diferente una frecuencia estudiada técnicamente, a un acoso que, desmedido, hace que se pierda cualquier lógica.

La publicidad nunca ha sido eso… Si todo exceso es malo, este es mortal.

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