Al compás del reloj

No se trata de Bill Haley y sus Cometas, ni de una de sus interpretaciones famosas (esto, para los “viejitos” y memoriosos del otrora frenético rock ‘n roll), cuyo título en ingles fue “Rock around the clock”, sino de lo medido y exacto que debe ser en su duración al emitirse, un comercial cualquiera de radio, televisión y ahora de internet.

Es verdad que la publicidad tiene como característica el mensaje breve y repetido muchas veces, pero, salvo algunos del público en general y todos lo que están ligados a la actividad, ven materializarse esta brevedad en el tiempo que dura cada uno de los comerciales o “spots” (“manchas” en castellano, lo que denota su tamaño) y que suele estar estandarizado en un minuto, en treinta segundos, y a veces veinte o diez; claro que los hay un poco más largos, pero el costo de transmisión se va elevando, conforme más espacio televisivo, radial o “internético” se use.

Pero detrás de la producción de los comerciales, lo que supone convertir en “realidad” los guiones para que puedan ser transmitidos, está el creativo publicitario, o sea el redactor y también el director de arte, que interviene en la parte visual –y valga la redundancia – “artística”, de estos; el “detrás de cámaras” (o de micrófonos), como podría llamársele, resulta de vital importancia, ya que es el producto que la publicidad ofrecerá, así como un automóvil lo es de la industria automovilística.

En realidad, esto lo escribo como una reflexión personal, porque es recontra conocido por los publicistas que lean esto; digamos que son parte de las “meditaciones publicitarias” de un redactor creativo, que ha pasado más de cincuenta años “detrás de cámaras”… ¡Y micrófonos, claro!, porque detrás de esos treinta segundos de comercial, hay horas de pensamiento, idas y venidas en la escritura, intentos fallidos muchas veces, borradores, ideas, alegrías, dudas, penas, “páginas en blanco” y todo aquello que se resumirá en treinta segundos escasos y que tiene que ser atractivo, sugerente e informativo.

Lo que hay detrás de ese comercial que muchas veces se considera un incordio para el momento de diversión televisiva, información u ocio que ofrece cualquier plataforma, es un montón de trabajo que no se suele “ver”, porque lo que se está viendo (o dejando de verse) es el resultado final de un proceso largo: las muchas horas empleadas en lograrlo, son invisibles.

Sí, me acostumbré a trabajar, como se dice popularmente, “tras bambalinas”, y ahora que reflexiono sobre esto, vienen a mi mente imágenes, nombres, voces, lugares y personas que tejieron cada una de estos miles de piezas publicitarias que trabajé y me doy cuenta que –sin sentirlo – viví, al compás del reloj.

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