La investigación de los profesores de la Universidad de Columbia y Stanford también indica que no se han encontrado evidencias de que las reuniones digitales sean menos efectivas a la hora de seleccionar la idea que se va a trabajar y desarrollar en profundidad.
Tras dos años de pandemia, millones de personas en todo el mundo continúan trabajando desde casa a tiempo completo, mientras que otras han adoptado un modelo híbrido que combina la presencialidad con el teletrabajo. Junto a la flexibilidad ha crecido también el reto respecto a la cohesión, el bienestar emocional, o la productividad y la efectividad.
Un grupo de profesores de la Universidad de Columbia y Stanford ha publicado recientemente un estudio en el que ha analizado la viabilidad de las reuniones virtuales desde la perspectiva de la generación de ideas creativas. El texto firmado por Melanie S. Brucks y Jonathan Levav, y recogido en la revista especializada Nature, expone los resultados de un estudio de laboratorio y un experimento de campo en cinco países de Europa, Oriente Medio y el sur de Asia sobre las diferencias entre las videollamadas y las reuniones presenciales en términos de creatividad.
Aunque la videollamada es un canal de comunicación que consigue transmitir la información de una interacción física frente a otros canales como una carta o una llamada de teléfono, la investigación indica que existe una brecha inherente entre la reunión virtual y la presencial vinculada a la concentración.
Mientras que los equipos presenciales operan en un espacio físico compartido, los virtuales habitan un espacio online delimitado por la pantalla situada frente a cada individuo. Esto obliga a los profesionales a reducir su campo visual y concentrarse en la pantalla, lo que irremediablemente desemboca en el filtro de los estímulos visuales periféricos que no son visibles o relevantes para sus compañeros.
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“Según investigaciones anteriores que vinculan empírica y neurológicamente la atención visual y cognitiva, a medida que los comunicadores virtuales reducen su alcance visual al entorno compartido de una pantalla, su enfoque cognitivo se reduce a su vez”, explican los autores del estudio en Nature.
Así, el enfoque restringido de las reuniones virtuales limita el proceso asociativo que subyace a la generación de ideas, mediante el cual los pensamientos se ramifican y activan información dispar que luego se combina para formar nuevas ideas. “En otras palabras, cuando estamos atados visualmente a una pantalla, es menos probable que divaguemos mentalmente”, ha apuntado Melanie Brucks a El País, medio que también recoge las conclusiones del informe.
Otros aspectos
Los autores de la investigación señalan que la interacción virtual no tiene porqué obstaculizar todas las actividades de colaboración. Pese a que el análisis determina que las videollamadas generan menos ideas creativas que los grupos de personas, los expertos no han encontrado evidencias de que las reuniones digitales sean menos efectivas a la hora de seleccionar la idea que se va a trabajar y desarrollar en profundidad.
Es más, las parejas virtuales seleccionaron ideas con puntuación significativamente más alta y tuvieron una puntuación de error de decisión significativamente más baja en comparación con las parejas en persona. Esto, sugiere, se debe a que la selección requiere enfoque cognitivo y razonamiento analítico, lo cual no se ve mermado por el uso de pantallas.
En contra de la idea generalizada de que la comunicación virtual afecta negativamente a los sentimientos de conexión, los participantes en el estudio no informaron acerca de diferencias significativas por modalidad en lo que respecta a los sentimientos de similitud o simpatía, o en las percepciones de cuán «sincronizados» estaban como pareja. Es más, las parejas virtuales miraron más a sus compañeros que las parejas que trabajaron de forma presencial.