Estos creadores de contenido se enfocan más en promocionar productos o servicios que en ofrecer contenido auténtico y valioso, priorizando las ventas sobre la calidad o la veracidad de sus recomendaciones.
El marketing de influencia ha revolucionado la forma en que marcas y consumidores interactúan en la era digital. Antes, la publicidad se basaba en medios tradicionales y figuras reconocidas como prescriptores. Hoy, las redes sociales han dado paso a los influencers, quienes conectan con el público de manera directa y auténtica.
Este modelo tiene un enorme impacto económico: se estima que el mercado global de influencers alcanzará los 24 000 millones de dólares en 2024, impulsado por su eficacia para llegar a audiencias específicas y generar resultados medibles. Sin embargo, la verdadera influencia no se mide solo en seguidores o impresiones, sino en la capacidad de inspirar acciones concretas.
El fenómeno de los shitfluencers
Surge el término «shitfluencer» para referirse a aquellos que usan su influencia de manera irresponsable, manipulando marcas o difundiendo información falsa. Ejemplos como chantajes a empresas o campañas de desprestigio han dañado la confianza en este sector, afectando tanto a marcas como a consumidores.
Protección y ética
Para enfrentar estos riesgos, las marcas implementan códigos éticos y revisan cuidadosamente la reputación de los influencers. En países como el Reino Unido, regulaciones como las de la Advertising Standards Authority buscan transparencia en las colaboraciones.
El desafío ahora es construir un marketing más ético y transparente, donde la autenticidad y la confianza sean pilares fundamentales para evitar los efectos negativos de influencers irresponsables.
Fuente: The Conversation