El nuevo dispositivo que acabas de comprar con gran esfuerzo tiene los días contados, y es que los smartphone han entrado en la lista de los artículos de consumo afectados por la obsolencia programada.
La obsolencia programada no es una nueva invención de los fabricantes. Desde el siglo pasado distintos productos de consumo masivo se vieron afectados cuando en 1924 se reunieron en Ginebra los principales fabricantes mundiales de bombillas, entre ellos compañías como Osram, Phillips o General Electric, donde presuntamente firmaron un documento en el que se comprometían a limitar la vida útil de sus productos.
En un contexto donde la situación parece agudizarse, las autoridades empiezan a tomar acciones. Por ejemplo, la Autoridad Garante de la Competencia y del Mercado (AGCM) de Italia, condenó a Samsung y Apple al pago de 5 y 10 millones de euros, respectivamente, por prácticas comerciales injustas sobre obsolescencia programada.
Benito Muros, presidente de la Fundación Energía e Innovación Sostenible sin Obsolescencia Programada (Feniss), indicó que “Se trata de una multa simbólica para una empresa que como Apple tiene beneficios anuales superiores a los 35.000 millones de euros”.
“Pero ya es algo. Un reconocimiento explícito de la existencia de la obsolescencia programada, algo que cuando yo comencé a denunciar estas prácticas, hace ahora 18 años, ni siquiera se reconocía su existencia”, agregó.
La obsolescencia programada nos obliga a entrar en un ciclo sin fin de consumo y desperdicio, con el motivo primordial de generar mayores beneficios económicos. La caducidad programada afecta a la vida útil de a una serie de productos viéndose acortada por determinadas prácticas que llevan a cabo los fabricantes de forma premeditada.
Los smartphones son uno de los 10 productos afectados por esta práctica y los usuarios no pueden hacer mucho para luchar contra el continuo envío deliberado de actualizaciones de software.
Estas optimizaciones provocan una alta demanda de energía en algunos celulares de modelos no tan recientes, lo cual desencadena posibles inconvenientes, como apagados repentinos. La premisa es clara: hay que vender el último modelo.
“Todos los fabricantes practican la obsolescencia programada”, asegura Muros, quien señala que el tiempo de vida de un smartphone pasará a tan solo dos años como máximo.
“Las prácticas para la obsolescencia programada se desarrollan en la fase de diseño del producto, con técnicas muy sofisticadas e invirtiendo mucho dinero para ocultarlas y hacernos creer que la vida útil de un teléfono móvil no puede llegar más allá de los dos años de media”, enfatiza.
Fotografía IPAD:
Si quieres conocer más sobre las carreras y cursos de fotografía que tiene IPAD, deja tus datos en el siguiente formulario: