Esta práctica, que ganó fuerza con el regreso masivo a las oficinas tras la pandemia, consiste en realizar los trayectos laborales sin ningún tipo de estímulo digital o intelectual, buscando una desconexión total.
El fenómeno del “barebacking” ha ganado fuerza entre los jóvenes profesionales como una forma de resistencia silenciosa ante la hiperconectividad. Inspirado en el “rawdogging” —tendencia que promovía volar sin distracciones digitales—, esta práctica se traslada ahora al trayecto diario al trabajo, sin música, podcasts ni pantallas. Solo el entorno y los propios pensamientos acompañan al viajero.
El término “barebacking” surgió de una conversación entre Curtis Morton y James Hacking en el pódcast Behind the Screens, que ha superado las 107.000 visualizaciones en TikTok. En un episodio sobre conductas molestas en el transporte público, discutieron la práctica de viajar sin ningún tipo de estímulo digital, una actitud que ha ganado seguidores desde el regreso masivo a las oficinas tras la pandemia.
Quienes practican el barebacking aseguran que es una forma de marcar límites claros entre la vida laboral y personal. Al evitar correos, redes o mensajes durante el trayecto, los trabajadores recuperan un espacio privado que les permite iniciar o terminar el día con una pausa mental. No es solo un gesto simbólico, sino una declaración de independencia frente al ritmo acelerado del mundo digital.
Expertos en comportamiento laboral como Amanda Augustine señalan que este fenómeno también responde a la necesidad de desintoxicación digital. Tras pasar jornadas frente a pantallas, muchos encuentran en estos momentos de silencio una manera de reconectar consigo mismos. “Es un descanso muy necesario antes y después del trabajo”, afirma.
La práctica no solo impacta el bienestar emocional, sino también la productividad. Augustine subraya que el viaje al trabajo ya no se percibe como una extensión de la jornada laboral, sino como un tiempo propio. “Se espera que los empleados trabajen al llegar a la oficina, no en el tren”, dice, lo que lleva a muchos a “reclamar un pequeño espacio de tiempo”.
En un mundo que premia la disponibilidad constante, el barebacking se alza como una microrebeldía que redefine el trayecto diario. Lejos de ser una moda pasajera, representa una forma de autocuidado y de resistencia al ritmo frenético impuesto por la era digital.