Recientes estudios han denunciado cómo el asedio de la publicidad afecta a los niños en España.
La revista médica The Lancet ha develado cómo “los niños gordos son una inversión en ventas futuras” para el mercado español. Los más pequeños son expuestos a miles de anuncios en todas las plataformas y soportes: televisión, internet, aplicaciones móviles, redes sociales y espacio públicos.
De todos los anuncios existe uno que más resalta: productos alimenticios con un elevado contenido de azúcar y no saludables. Esto ha causado preocupación en la comunidad científica, por ello se han hecho numerosas investigaciones que plantean una relación entre el consumo de anuncios de la población infantil y la obesidad en países del primer mundo. Por ejemplo, un niño de cada tres tiene sobrepeso en España, país donde un menor promedio ve nueve mil campañas publicitarias de televisión al año.
Mireia Montaña, profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC, señala que “aunque hay pocas investigaciones que asocien directamente la publicidad de alimentos con la obesidad infantil, existe una fuerte evidencia de la relación entre consumir televisión y una mayor ingesta de alimentos de alta densidad energética y obesidad”.
Y es que la relación entre consumo y publicidad es un círculo vicioso innegable. Es evidente que un niño querrá consumir más un producto si este se le presenta de forma persuasiva y consecutiva.
Además, en otros estudios se señala a la franja de edad de 12 a 17 años como el momento cumbre de consumo de publicidad en menores de edad. Este dato no pasa desapercibido para los anunciantes, y es que ellos saben que cuanto más temprano conectan con su consumidor más les conviene, ya que se dice que el vínculo que se consigue en este lapso de edad suele durar de por vida.
“Son muchísimas las evidencias científicas del gran poder de influencia que la publicidad tiene sobre la alimentación de los menores”, asegura Miguel Ángel Royo-Bordonada, investigador de la Escuela Nacional de Salud Pública y autor de estudios sobre este problema, al diario El País.
Royo-Bordonada señala que los productos comestibles que son poco recomendables para la salud son anunciados como si fuesen nutricionales. El 80% de los alimentos lo que hacen es exhibir un único nutriente como aval de que son sanos cuando en realidad resultan ser los comestibles menos saludables. “Si se cumpliera el criterio establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), habría que retirar de las pantallas tres cuartas partes de los anuncios”, agregó.
El último número de la revista Gaceta Sanitaria también reveló datos del problema al señalar que los productos de alimentación menos saludables son los que más se dirigen a la población infantil. El 82% de estos anuncios ofrecen productos elevados en sal, grasas y azúcar.
Para Cecilia Díaz, investigadora de la Universidad de Oviedo y coordinadora de la Encuesta Nacional de Hábitos Alimentarios de los españoles, se debe “proteger a los que no pueden defenderse ante una publicidad que anima al consumo irracional muy especialmente a las personas más vulnerables, que son los niños y las niñas”.
“Los menores son más vulnerables, no cuentan con las suficientes defensas de conocimiento racional para darse cuenta de que les están llevando hacia consumos no siempre apropiados y con frecuencia innecesarios”, concluyó.
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