Mejor no repetir la historia…

Me comentaba un viejo amigo que leía lo que yo escribía y que le llamaba un poco la atención que sobre publicidad (y en general en otros temas), era sobre mis experiencias o vivencias lo que contaba.

Le dije que era verdad y que, salvo contadas ocasiones en las que doy alguna opinión, hablo acerca de lo que vi o sucedió “antes”, especialmente en publicidad, porque hace muchos años que ya no estoy “en activo” en ella y que –como mencioné en un post- “ahora miro los toros desde la barrera”.

Es verdad que sigo informado más o menos, porque hay que pensar que la publicidad ha sido mi tema por más de cincuenta años, pero “me gana” la velocidad de la profesión y los cambios que se suceden, haciendo que el panorama asea un poco diferente. Es por esa razón que prefiero forzar mi memoria y recordar, tratando de no equivocarme.

Dicen que “lo bailado no me lo quita nadie” y este es mi caso, porque he sido partícipe de tanto y tanto, que a veces siento que puedo aburrir a quien lee, con esas “vejeces” que remozo, o para ser más “duro”, con algunos de los cadáveres que revivo…

Entremezclo mis propias experiencias –buenas o malas- porque de pronto pueden servir para que alguien las tome en cuenta a la hora de decidir o actuar, en situaciones que podrían ser semejantes; si bien no hay dos momentos “exactamente iguales”, su pueden sacar conclusiones que tal vez -digo de nuevo- sirvan de algo.

Tal vez por eso me asombra –y da un poco de pena- que no se tome en cuenta la experiencia de los “viejos” y no solamente se la ignore, sino que a ellos se los arrima y deja en un desván, para que se llenen de tierra y telarañas… Hay que tener en cuenta que los jóvenes de hoy, por ley de la vida, un día serán viejos y si las cosas siguen el camino que llevan, los dejarán de lado y toda su experiencia se disolverá en el olvido, junto con ellos, probablemente.

Este no es el lamento de alguien “cuya época ya fue” y que añora tiempos antiguos, sino la constatación de quien ve cómo se desperdicia la experiencia, obligando a cometer errores que curiosamente pudieron prevenirse, mirando un poco hacia atrás y buscando en el archivo de la memoria.

Dicen, con razón, que “quien no conoce la historia, está condenado a repetirla”.

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