La magia de las cosas

Aunque no se crea, cada cosa tiene ese “no sé qué”, esa magia, que, si sabemos ver, no solamente apreciaremos, sino que cuando los años pasen y ciertas cosas ya no formen parte de nuestra experiencia diaria, las extrañaremos y recordaremos con cariño.

A mí me pasa eso, por ejemplo, con las máquinas de escribir y los tableros de dibujo, que fueron parte importante de mi entorno publicitario y que hoy han sido reemplazados por las computadoras.

Definitivamente, las máquinas de escribir están en los museos o, tal vez, en alguna oficinita donde Internet no llega y todavía se usa el  hacer copias con papel carbón; los tableros de dibujo seguramente existen aún y se están en uso todavía, allí donde los dibujantes e ilustradores bocetan con el lápiz chato, usan el borrador “de papa”, los plumones de colores, las témperas, los óleos-pastel, los pinceles de pelo de marta y esa miríada de pequeños artículos que ayudan a su arte…

Ahora son las computadoras las que reinan y no se oye el “clíqueti-clac-clíqueti-clac, ¡plin!” característico de una “Olivetti” o una “Underwood”, que ha sido reemplazado por el menos ruidoso “tac-tac” de los teclados y el zumbido de las copiadoras electrónicas…

Pienso que se ha perdido esa “magia” de lo “mecánico” que ha sido reemplazado por lo electrónico, sin duda más silencioso, veloz, múltiple y conveniente, pero también, creo, más “corriente”. Moderno, sí, recontra útil y que abre posibilidades infinitas, pues no solamente se trata de escribir o dibujar, sino que pone al mundo entero, a la historia y a las respuestas a casi cualquier pregunta, al alcance de una deslizada del “ratón” y a un par de golpes de tecla -pero qué quieren- a mí me suena a frío.

No es verdad que “todo tiempo pasado fue mejor”, porque cada cosa tiene “su” tiempo y, en definitiva, las computadoras y sus “periféricos” lo hacen todo más fácil (o relativamente más) y más veloz, sin embargo, ese calorcito mágico de un tiempo pasado, es ahora un frío eficiente.

Para mi contento, lo único que no cambia nunca y me sigue maravillando, es la magia de la creatividad…