Confieso que he leído

Pablo Neruda titula “Confieso que he vivido, a su libro de memorias y yo lo que confieso es que he leído, leo y leeré mientras pueda, porque además de ser una costumbre (buena) que adquirí desde niño, gracias a un padre muy lector, que tenía una respetable y variada biblioteca, es lo que me ha permitido escribir –en mi caso, para publicidad- por más de cincuenta años y continuar haciéndolo ahora, sin las presiones de “fecha final”, que un redactor publicitario enfrenta y soporta.

Siempre he insistido, en que, para poder escribir, hay que leer y que en esta época en la que se parece preferir los resúmenes, se dedica poco tiempo a la lectura y la “brevedad” se ha convertido en una norma casi universal, yo por lo menos, pienso que la publicidad ha perdido mucho.

Siempre me dicen que la publicidad es más imágenes que palabras, pero es que las palabras, ahora, ya no construyen tantas imágenes y cada vez con mayor velocidad, regresamos a lo casi exclusivamente pictórico – lo que no digo que esté mal- pero el ser humano va perdiendo la facultad de escribir y por lo tanto de leer, esas palabras que ofrecían imágenes y “dejaban a la imaginación del lector” su interpretación, lo que significaba un “trabajo” beneficioso para el órgano rector del ser humano en su totalidad… Sí, me refiero al cerebro…

Leer enriquece el lenguaje y hace más fácil el comunicar, porque el “arsenal” de palabras y significados es más amplio, pero si no se lee o se lo hace muy poco, uno entenderá menos lo que nos digan, porque se desconocerá mucho y se tendrá un vocabulario pobre. Escribir y leer lo escrito, van de la mano, aunque hay una diferencia, porque las letras pueden sugerir imágenes (el proceso cerebral de convertir las letras –frases- en figuras) y las imágenes (que también “leemos” –vemos-) nos presentan algo ya “hecho”. Es el mismo caso entre un libro y una película basada en este, donde el lector imagina o interpreta lo que el libro le va sugiriendo, mientras el espectador de la película lo que ve, es una interpretación del libro, la del director… Tal vez, por eso, se suele decir que “el libro es mejor que la película”.

Disculpen, pero todo esto viene a colación de que para escribir –estoy convencido- hay que leer y se lee poco, o sea que se escribe poco y –perdónenme de nuevo-  pobremente y vuelvo a decirlo, la publicidad sufre por ello, haciéndose más primaria y dependiendo de la “pirotecnia” de las imágenes y los efectos.

 

Estas son las reflexiones de un viejo lector, publicista y “escribidor”.

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